martes, 23 de febrero de 2021

La vida se te va

Hace sol y caminas de manera desinteresada. Saltas de un pensamiento a otro, sin prestarle mucha importancia al que abandonas o aquel en el que caes. Es uno de esos momentos en el que sientes que la vida es ligera. De repente, en la caminata que estás dando la vida cobra sentido y todas sus piezas encajan, no hay nada que le sobre o le falte. Experimentas eso a lo que escuetamente se le llama un buen día.

Te sumerges en esa sensación, pues piensas que lo más posible es que no dure mucho. Es casi seguro que tu cabeza te traicionará en algún momento, y te trasladará a una de esas zonas oscuras repleta de miedos, angustias y malos recuerdos. Si no eres tu el que quiebra el estado de calma, seguro lo hará el mundo con un aguacero inesperado, un tropezón que te estampará contra el pavimento o cualquier otro evento desafortunado

Caminas por la calle cerrada de un conjunto de casas grandes, con patios inmensos. En algunos de ellos ves a niños pequeños y rubios, jugando con pistolas de agua, parece que hacen parte de un comercial de televisión. Todo sigue igual, la vida te sonríe por un momento, y decides tararear una de tus canciones favoritas.

Mientras eso ocurre, miras con plena atención los árboles que tienes a tu derecha, grandes, de copas frondosas y un verde tan intenso como tu sensación de tranquilidad del momento. Acabas de dejar atrás la fachada de una casa que casi ocupaba toda la cuadra, y el patio de la próxima tiene un árbol con flores violetas que alcanza a darle sombra a la acera.

Se te ocurre pegarte a la pared pues quieres oler la fragancia de las flores. Eso es lo que haces cuando por fin alcanzas la casa, e inspiras fuerte para captar ese olor dulce que va a terminar de componer tu alegre escena de vida. Cierras los ojos y respiras profundo, y es justo en ese momento, cuando estás a punto de alcanzar tu nirvana urbano, cuando el perro guardián de la casa te ladra, al tiempo que se abalanza y golpea la reja; quiere destrozarte.

Del susto saltas hacia atrás, y por un segundo la vida se te va. Al siguiente, cuando vuelve a tu cuerpo, piensas: “perro marica”, y continuas tu camino con tu corazón a punto de salirse del pecho.