Edito una columna de otra persona para una revista digital. El escrito tiene más de 600 palabras, y le dijeron que tenía que recortarlo a 1500 caracteres sin espacio, es decir alrededor de 350 palabras.
Lo leo una vez y tiene unos párrafos confusos, o tal vez simplemente me parece así porque el tema no es de mi interés. Comienzo a leer la columna de nuevo y la empiezo a editar párrafo a párrafo, a quitar gerundios (Les tengo como miedo) y a podar todo lo que pueda el escrito.
Mientras estoy en esas imagino que en el campo de los procesadores de palabras, los caracteres y las palabras siempre están en guerra, y que los espacios son los que intentan mantener la calma. Supone uno que las palabras son las más importantes, las que llevan las de ganar.
La palabra, palabra, valga la redundancia esta compuesta por 7 caracteres. Se podría decir entonces que la palabra es como una nación y los caracteres sus habitantes; ahora bien, la palabra caracteres está compuesta por 10 de ellos.
Parece entonces que a los caracteres les hace falta carácter para imponerse ante las palabras, para dejar de ser los segundones en un texto, pero lo mejor es no meterse en líos que no le incumben a uno, es decir, dejar que los caracteres y palabras se maten si es el caso.
Termino de editar la columna. Logré mocharle palabras y caracteres hasta que el conteo final me dio 1474 caracteres sin espacios. La releo tres veces y dejo de hacerlo, porque podría quedarme editando el texto hasta la eternidad.
Envío la columna y luego de un par de horas recibo respuesta. La persona me dice que muchas gracias, pero que le va a incluir algunas de ideas que, según él, le quite y que cree necesarias en su columna.