Hace unos días contaba en esta entrada que quería escribir sobre un tema que me llamó la atención. Hoy tomé un nuevo impulso para continuar ese escrito que, hasta el momento, sumando la incursión bélico-narrativa de hoy, tiene 234 palabras en desorden. 182 la componen tres párrafos que he escrito varias veces y otro que solo se quedó en la frase: “Al leer el cuento se intuye que”, con el que pensaba atacar el texto desde otro flanco. Las otras 52 palabras lo componen un par de notas, que espero me puedan dar algún tipo de información táctica.
Después de cavilar un rato, viendo el cursor parpadear, emprendí la retirada, pues mis tropas de escritura no estaban a la altura de esa batalla, así que decidí enviarlas a un cuento que trata sobre una mujer que se encuentra un celular en la sala de espera de un consultorio médico, se lo queda y esto da pie a una serie de acontecimientos que la han sorprendido tanto a mí como a ella.
Por el momento, parece que la batalla de escritura del cuento tiene más futuro que la del otro texto, que trata sobre un idioma africano. Para esa primera batalla descargué unos documentos, a modo, digamos, de mapas de guerra, pero estos van más allá de mis conocimientos lingüísticos; de ahí la protesta de mis tropas: " ¿pero cómo nos va a enviar allá, sin conocer el terreno?", "Claro como el está ahí sentadote jugando con nuestra posición y destino".
De pronto nunca tenemos chance de ganarle la batalla a un escrito, y esos que consideramos buenos, bien sean producto de nuestras tropas o las de otros, solo significan que hemos logrado acertarle un golpe, pero no nos dejemos engañar, los textos siempre ganan la batalla.