Hace mucho tiempo, un amigo de toda la vida me presentó a una amiga de una amiga. Desde ahí todo se comienza a torcer, cuando los grados de separación para conocer a alguien son forzados. "La vieja es chévere y también le gusta leer y escribir". Con esa frase me convenció. Uno tiende a creer que algo podría pasar con una mujer que tiene gustos similares, pero precisamente ahí esta el error, en creer que si o si va a ocurrir algo con esa persona que de repente es tan similar. Considero chimbos esos planes de "Le voy a presentar a alguien" por toda la expectativa que se crea.
Él me dio el correo de hotmail de ella, y recuerdo que comenzamos primero a chatear por messenger. Los planes con ella me gustaban pues solíamos comer sushi y tomar cerveza y hablar y hablar, hasta que caiamos en cuenta que al día siguiente tocaba trabajar.
Ella, en efecto, resulto ser chévere. Es una vieja descomplicada, con la que se puede conversar tranquila y agradablemente. Salimos con cierta frecuencia por un periodo de tiempo, hasta que la "relación" se enfrió y dejamos de hablarnos tan seguido.
Cuando la conocí ella ya había abandonado su blog, en el qué narraba sus sueños, porque, según ella, casi siempre sueña, o más bien recuerda todos los sueños, no como retazos sin edición sino con una secuencia e hilo conductor, en la medida de lo posible, coherente. Las únicas veces en que no recuerda nada es cuando se acuesta muy cansada, de resto siempre logra recordar sus sueños.