viernes, 25 de agosto de 2023

Cinturón de seguridad

“¿Señor Juan?”, me pregunta el taxista apenas me subo al carro.

“Sí”, le respondo.

“¿Alguna ruta sugerida o seguimos la de Waze?”

“La de Waze”.

Siempre le hago caso a esa aplicación. Hay personas que se creen muy inteligentes y dicen que a veces da rutas que no son o que tienen más trancón. ¿Para qué complicarse intentando probar que somos más inteligentes que la tecnología?, en fin.

Cuando el conductor arranca tomo la perilla del cinturón de seguridad, pero no hay donde conectarla. Me quedo con ella en la mano un rato hasta que la suelto. “Pues ni modo si nos estrellamos”.

Pienso en esto porque hace un tiempo vi un programa sobre noticias trágicas y contaban la historia de una mujer que tomo un taxi en la madrugada, el carro se accidentó y salió disparada por una ventana, porque no tenía el cinturón puesto.

Después de que el carro comienza andar, me pongo a pensar que me va a ocurrir eso en cualquier momento, pero al rato me distraigo mirando por la ventana.

Lo lógico, si el mundo y nuestras acciones lo fueran todo el tiempo, sería no haber aceptado el servicio, decirle al taxista que su carro no es seguro porque tiene los cinturones de adorno.

Igual es imposible saber cuando nos va a visitar la muerte, puede ser que cuando termine la carrera y me baje del taxi, me tropiece con el andén, caiga y me desnuqué. Pueden ocurrir miles de eventos. Sé que suena un poco trágico, poco probable dirán algunos, pero si existe el programa 1000 maneras de morir será por algo.

De pronto siempre estemos más cerca de la muerte de lo que pensamos, sino que la vida tiene más fuerza entonces, así solo carguemos un pequeño porcentaje de esta en un día determinado, con eso basta para espantar a la primera.