viernes, 14 de febrero de 2014

Turno 70

Quería escribir y despotricar (otra buena palabra) sobre el San Valentín y lo ridículo que me parece que se intente celebrar acá; al igual que el Black Friday o el día de acción de gracias.  Lastimosamente somos una sociedad muy gringo-orientated. En fin, cada quien verá si le parece importante celebrarlo o no.

Esta semana hicé varias vueltas; las cuales casí siempre vienen acompañadas de filas y turnos.

Hace dos días fui a hacer una vuelta de la EPS y me tocó el turno número 70. Me dirigí hacía los cubículos donde atendían y la pantalla que indicaba los números de atención mostraba dos números; uno cercano al mío y otro entre 600 y 650. No entiendo para que hacen eso, pues  a mí eso, en particular, me genera cierta ansiedad, y siempre pienso que por algún motivo me voy a confundir o no me voy a dar cuenta del número en pantalla y voy a perder el turno; neurosis de esas que le dan a uno...

Mientras miraba la pantalla pensando eso, llego una viejita de esas que andan con una bolsa en la mano y se quedó mirando la pantalla, imagino que al igual que yo, planteandose preguntas similares a las mias “¿Por qué no dejan únicamente una serie de números y ya?."

Al verla confundida le dije, sin ser preguntado, que la pantalla mostraba dos números de atención. Me dio las gracias y se sentó cerca a mí puesto. El televisor estaba sintonizado en el noticiero y estaban mostrando una noticia sobre algún político. La viejita dijo en voz alta algo como “Vea esos políticos. ahí peleándose entre ellos, mientras los pobres siguen fregados”.

Yo solo asentí con la cabeza y solté un simple "si" para no ser descortés, porque me calló bien y  además que  me considero pésimo en temas de política.

Comenzaron las propagandas y en una de ellas apareció Amparo Grisales, a lo que la viejita dijo “A esa señora si que le han servido las cirugias, ¿no? Porque eso después de unos años la piel se vuelve un caucho. Le miré rápidamente la cara, la cual tenía completamente arrugada, y le sonreí nuevamente.Casí siempre trato de huirle a los conversadores casuales, pero en esta ocasión me pareció que la viejita tenía buen feeling.

Pasada la propaganda de Amparo Grisales, me preguntó “¿Usted es de la costa?”

“No señora de acá de Bogotá, ¿parezco de la costa?”

”Si, como de Barranquilla, Santamarta, Cartagena… o Sucre…yo soy de Sucre”

Ese toque sútil para mantener viva la conversación me pareció maravilloso.

“Y hace cuanto vive acá?”

Pues imagínese joven, tengo 78 y llegue a los 18 años, mejor dicho ayer” y se hechó a reir.

La pantalla mostró mi turno; me despedí y le desee un buen día.

Bien lo dijo Juan Esteban Constaín en su columna Divino Tesoro:


“Si tienen un viejo al lado, óiganlo y grábenlo. Piensen que ese
viejo fue un niño alguna vez. Sus recuerdos son el recuerdo del
mundo. Toda vejez encierra un cuento, decía Cicerón en su célebre diálogo.”

Pero uno, muchas veces, inmerso en esas fastidiosas ínfulas de modernidad, prefiere no escuchar las historias de los viejos y hacer caso omiso de sus sabios consejos.