Escribo esto en la madrugada. Se siente tarde, pero es temprano. Siempre he creído que es un momento del día que tiene sus ventajas. Es agradable, por ejemplo, solo escuchar, aparte del ventilador del portátil, que trabaja incansable, el ruido de unos cuantos carros que transitan por las solitarias calles de la ciudad.
Ayer, que pareciese que fuera hoy por aquello de la madrugada estimado lector, tocó las puertas de mi cabeza el plural de la palabra reminiscencia. Es una palabra bonita, sonora. Por ejemplo compárela con “tabla”, si existiera tal cosa como un concurso de belleza para las palabras, reminiscencia sería una fuerte candidata.
Le decía entonces que se presentó ante mi como “Reminiscencias”, y consideré apropiado anteponerle “las”, para terminar de redondear su elegancia. Suponiendo que logré el cometido, me aventuro, en este instante, a buscar qué es esa otra palabra y lo que me encuentro es lo siguiente: "cuando es antepuesta a un sustantivo o a un sintagma nominal, forma una expresión definida de referente consabido”.
Leo eso varias veces y no tengo puñetera idea de qué es un sintagma nominal. Tomo la vía fácil y dictamino que los de la RAE a veces se la fuman verde, pero los envidio un poco; como me gustaría entender todos esos vericuetos del idioma materno, en fin, sigamos con las reminiscencias.
Llegó a mí esa palabra que curiosamente tiene como definición: “Recuerdo vago e impreciso”. Pienso entonces, que se me presentó en todo su esplendor, tanto como palabra, como significado; plena podría decirse.
En ese momento, pensé que me gustaría escribir una novela con ese título, “Las reminiscencias” que seguro existe en algún lugar de mi cerebro, pero no todavía no se ha gestado de la manera correcta, para engendrar una historia. Está por ahí incubándose de manera positiva dentro de mi organismo.
Escribirla sería desgastante porque su trama, de inicio a fin, no podría traicionar el carácter lírico de su título, que evoca poesía. Quizá en el punto de partida, la exposición, podríamos tener como personaje principal a un escritor, al que de repente se le comienzan a aparecer palabras que demandan su atención, qué se yo, digamos que son cinco las palabras que, en forma de reminiscencias, le llegan a diario a su cabeza. Pero son palabras distantes que, al parecer, no tienen nada que ver una con la otra. Su trabajo entonces consistirá en comenzar a conectarlas y darles sentido.
Así trascurren un par de años, hasta que llega un día en que al escritor no se le aparecen más palabras de esa manera tan peculiar, lo cual no es otro indicio de que debe empezar con la edición de lo que lleva escrito de “Las Reminiscencias”, su obra prima,lo que le lleva otro buen tiempo.