Hace casi 2 años que no escribo nada acerca del escritor Jacinto Cabezas. La última vez que lo hice fue en este post, en el que hablé acerca de su obsesión por los bordes de la existencia.
Somos muy pocos los que los conocemos. Si sé de su obra es porque hace muchos años un amigo me invito a una de sus charlas en la que pude comprar un ejemplar de la única novela que ha pulicado: Mulţumesc mult, frase en rumano que significa Muchas gracias.
Cabezas no escribe en ese idioma, sino que tiene una fijación con esa cultura y por eso el título de su obra.
La semana pasada el escritor estuvo en Bogotá y envío un correo para un conversatorio al que solo podían asistir 20 personas. “No pueden faltar, les tengo muy buenas noticias”, anunciaba en su mensaje.
Su charla fue en un restaurante del Chorro de Quevedo, el jueves a las 11 de la noche.
Llegué antes al lugar y me tomé unas cervezas con Miguel, el amigo que me lo presentó hace unos años, y pasada la hora del encuentro, cuando ya nos íbamos a ir, el escritor apareció jadeando y pidió disculpas.
Llevaba como siempre una cara de susto, como si supiera de una desgracia que está a punto de ocurrir. Se quitó una gabardina gris y un sombrero de copa negro —En vez de escritor parece más bien un personaje de una novela de detectives— y los colgó en un perchero.
Luego fue a la barra y pidió una cerveza y preguntó si alguien quería una. Solo uno de los asistentes le siguió la cuerda y le aceptó la invitación.
“ ¿De cuál?”, le pregunto Cabezas.
“La misma que usted se tome, maestro”. Eso respondió ese hombre que tenía candonga en una de sus orejas y la cabeza rapada.
Después de darle unos sorbos largos a la botella, Cabezas se subió a tarima del restaurante, un lugar donde hacía un rato un hombre con una guitarra había tocado unas canciones tristes.
Sin ningún tipo de preámbulos el escritor comenzó a hablar
Nos contó que lo que tenía por decirnos era breve, pero que era una noticia que le alegraba mucho.
Nos dijo que esta a punto de terminar su segunda novela y que va a llevar como título “Ver pasar gente”.
Miguel le preguntó de qué iba a tratar, y Cabezas le respondió: “De nada en específico, las buenas novelas no deben tener trama.”
Se agacho para alcanzar la cerveza, y luego de otro sorbo largo, concluyo:
“Ya estoy cansado de explorar los bordes de la existencia. Me di cuenta que es una idea muy magullada."
Esta vez mi novela va a consistir en una serie anotaciones que hice a lo largo del 2020, en pleno estallido de la pandemia”, dijo abriendo los ojos. “Ese año me paré en una esquina a la misma hora todos los días, sin importar cuál fuera el clima y tejí una historia sobre dos personas, una mujer y un hombre joven, que a veces coincidían en un paradero.”
Al final de la charla, prometió que nos iba a enviar el primer capitulo al email, pero es el momento en que no ha llegado.
No le veo mucho futuro a Ver pasar gente, pero si por algún giro del destino se encuentran con Mulţumesc mult, no duden en comprarla. Es una novela corta de no más de 100 páginas, pero por la que le tengo fe al escritor.