lunes, 19 de marzo de 2018

Bouquet

Veo en mi biblioteca un libro pequeño, bueno, no es un libro, presumo que es una guía turística. ¿Qué hace ahí? Recuerdo que hace muchos años, para un viaje a Francia con mi hermana compramos un libro pequeño que tenía varias frases para comunicarse en francés, pues no teníamos ni la más mínima idea del idioma, más allá de: Bonjour o Excusez-moi, Je ne sais pas y, gracias a Cristina Aguilera, Voulez-vous coucher avec moi. Imagínese usted entonces, estimado lector, cómo pregunta uno donde quedan los baños, sólo con esas y otro par de frases que nada tienen que ver con el tema, jodidos ¿no? 

Tomo el librito, pero no es esa guía, sino un directorio cultural de Bogotá. La introducción cuenta: “Usted tiene en sus manos uno de los 20.000 ejemplares de la primera edición del directorio cultural Bogotá 2017-2018”. Intento sentirme importante debido a ese dato, pero no lo logro y me quedo oliendo un rato las páginas. Huele a nuevo, a tinta, pegante y quién sabe qué otra cantidad de químicos. 

Hay personas que dicen que les encanta oler las páginas de los libros, como si fueran unos catadores de libros que disfrutan del bouquet (he ahí otra palabra en francés, pero que no tiene nada que ver con libros, pues literalmente traduce “Ramo”, aunque, según el contexto, también significa aroma) de sus páginas. Algunas de esas personas hablan acerca de ese tema con superioridad moral, como si esa práctica los hiciera más inteligentes o interesantes, en fin cada cuál con sus tumbao, su caminao, en definitiva, cada quien con sus aromas o bouquets

En ese viaje, el “manual de francés para salir de apuros” nunca abandonó la maleta y nos las arreglamos para comunicarnos por señas o en inglés. Para hacerlo desarrollamos el siguiente método: Al momento de necesitar algo, más complicado que pedir algo de comer or ir al baño, preguntábamos con toda la propiedad del caso: Excusez-moi parlez-vous anglais?, y si el franchute hacía el que nos dirigíamos no hacía mala cara o evadía la pregunta, incluso no solo si respondía Yes, sino que sonreía amablemente, nos soltábamos en inglés, como si el orden mundial dependiera de lo que teníamos por decir. 

Ese librito para dummies en francés podría haberse quedado en mí casa, haciéndole compañía a esa chaqueta cortavientos que compré para el viaje y que olvidé empacar.