miércoles, 14 de abril de 2021

La tenista

La conocí repitiendo una materia en la universidad, y su ternura fue lo que, desde un principio, me llamó la atención. Teníamos algunos amigos en común, pero no recuerdo como terminé por conocerla.

En algunos huecos pasábamos tiempo juntos. En esa época yo andaba muy trascendental, y ella escuchaba todas mis quejas en contra del universo o la vida. Por lo general no respondía nada, y se quedaba callada como analizando a detalle lo que le contaba, pero guardándose la respuesta.

Las pocas veces que me respondía algo, siempre lo hacía con preguntas del estilo: ¿Pero crees que ….? ¿No te parece…? y nunca con un consejo o una opinión. Me encantaba pasar tiempo con ella y tener alguien que me escuchara.

Sus piernas eran el epítome de las piernas, pues como jugaba tenis las tenía torneadas. Un día me pidió que la acompañara a un partido que tenía en una cancha en el Salitre, y me sentí importante.

En la universidad, al finalizar la semana, íbamos a tomar cerveza, pero nunca solos, sino con un grupo de amigos.

Un día la invité a a tomar cocteles y aceptó. Recuerdo que estaba decidido a decirle lo mucho que me gustaba.

Ya en el lugar, con un coctel a toda marcha por mi torrente sanguíneo, lleno de valentía, le tomé ambas manos y pronuncié un pequeño discurso. Al terminarlo, comencé a halarla hacía mí, hasta que las puntas de nuestras narices se tocaron.

Parecía la escena de una película. Solo faltaba que comenzara a caer nieve o que el director dijera “corte”. Justo cuando iba a besarla. Alguien la llamó desde la calle —estábamos en la terraza de un bar—, y el momento perfecto se esfumó como una ráfaga de aire.

La intrusa era una amiga del colegio con la que llevaba tiempo sin verse. Se saludaron, tocaron cualquier tema zonzo de conversación: en qué andaba cada una, que tenían que cuadrar para verse, que qué más de fulanita y zutanita, hasta que no les quedó nada más por decir y se despidieron.

Luego nos miramos y sonreímos. Intenté retomar el curso de los eventos, pero fue imposible. Nuestros cocteles estaban a punto de acabarse y a ella le dio afán de irse, porque al día siguiente tenía un partido.