lunes, 24 de agosto de 2020

Cuento, salve usted el día

Hoy, en la mañana, detecté que iba a ser uno de esos días improductivos. Luego de prepararme un café, y servirme una porción de torta de manzana, receta que he estado afinando durante la cuarentena, me senté en el computador y me puse a revisar Twitter. 

Di con un tweet de una mujer que pedía que le recomendaran un libro que le asegurara lágrimas. Puede que suene algo masoquista, pero necesitamos libros que nos sacudan, que nos hagan dudar, que nos llenen de preguntas en vez de respuestas, en fin, que nos descoloquen. 
Por eso es que Kafka decía: “Lo que necesitamos son libros que nos golpeen como una desgracia dolorosa, como la muerte de alguien a quien queríamos más que a nosotros mismos, libros que nos hagan sentirnos desterrados a los bosques más remotos, lejos de toda presencia humana, algo semejante al suicidio. Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado dentro de nosotros”. 

El tweet, que captó mi atención, tuvo varias respuestas y comencé a mirar una por una, a ver si había leído algunas de las recomendaciones. Los títulos que me interesaron, los busqué en Goodreads para ver sobre qué tratan. En esas duré un buen rato. 

Luego envié un mensaje por WhatsApp, la persona a quien iba dirigido me dijo que estaba en una videoconferencia y que más tarde se comunicaba conmigo; que excusa tan poco elaborada, la verdad prefiero que no me contesten. Igual, al final nunca se comunicó conmigo. Eso me saltó el taco, pues dependo de su trabajo para hacer el mío. Ahí fue cuando cualquier rezago de concentración se fue a la porra y me dediqué exclusivamente a perderme de link en link, sin remordimiento alguno. 

Al iniciar la tarde me entró algo de angustia, pero cuando estaba cayendo en un espiral de cuestionamientos nocivos para la salud mental, o eso creo, seguro eran pendejadas a las que les estaba dando mayor importancia de la que debía; fue en ese momento que el cuento que estaba escribiendo salió al rescate y me invitó a que lo terminara. 

Temprano, en la ducha, mientras el agua golpeaba mi cabeza, se me había ocurrido estructurarlo de otra manera, para que tuviera una mejor coherencia narrativa. Lo que hice fue escribir la primera parte como un flashback del protagonista y el resto en tiempo presente. 

Terminar de escribir el cuento fue la acción que salvó, lo que bien podría haber sido un día de mierda.