miércoles, 21 de junio de 2017

Sala de espera

Entonces yo le dije: “¿Realmente cree que yo cumplo con sus expectativas? Yo sólo siento que soy un objeto más de su vida, y déjeme decirle que yo y Martina somos más que objetos, somos un núcleo familiar…” 

Eso le cuenta Marcela a un amigo en la sala de espera de un consultorio médico. Su interlocutor, a quien afectuosamente llama Carlitos, lleva saco y corbata, tiene los brazos cruzados y la mirada perdida en la pared. Eventualmente asiente con la cabeza, pero sólo él sabe en qué está pensando: ¿fútbol, dinero, trabajo, la misma Marcela? Carlitos se limita a darle la razón a todo lo que ella le dice. Con la información suministrada, podemos suponer que la mujer es la madre de Martina, su compañera de ese núcleo familiar, combo de palabras que evoca imágenes poderosas. 

La mujer continúa despotricando acerca de Andrés, su pareja, quién parece estar caminando sobre una cuerda floja que ella sostiene y puede soltar en cualquier momento. 

“…Dígame qué quiere.” lo encaré y le dije, continúa hablando la mujer. “Uno cuando tiene pareja, quiere que esté al lado de uno. Yo me estoy aburriendo Andrés, y de pronto llega un día en que no más.” 

Es un drama interesante en el que me gustaría meter la cucharada para dar alguna opinión o echarle más leña al fuego, pero todos mis esfuerzos están dirigidos a captar la mayor cantidad de palabras de la conversación, que a ratos se difumina con el ruido de la sala y el de los demás pacientes. 

“Si yo salgo de rumba con usted, hágame sentir parte del grupo, porque es que eso si me emputa. Por ejemplo, el otro fin de semana que salimos, yo allá sentada, sola como una hueva, mientras usted celebraba con sus amigos y amigas”. La mujer pronuncia y resalta de manera especial la palabra “amigas”, y concluye con una pregunta retórica “¿Cierto Carlitos?” 

El lenguaje corporal de Carlitos no demuestra nada en concreto: ni un profundo desinterés, ni lo contrario. Descruza los brazos y adopta una posición contemplativa llevando una mano al mentón. Parece evaluar la última información recibida” Me lo imagino con una larga túnica blanca, como si fuera un maestro de la antigua Grecia. Finalmente responde algo: “Pero, ¿tú cree que te está poniendo los cachos?” 

“De pronto, si es así aun no lo he cogido, pero apenas me entere de algo, lo mando volar. El día de esa rumba, él me pregunto: “¿Te vas a quedar?” y yo le respondí: “Depende lo que usted diga. La verdad yo estoy muy mamada y me quiero ir a dormir, pero quiero que me diga de una vez que es lo que quiere conmigo” 

Andrés, del que no sabemos nada, y con el que quizás es difícil relacionarnos por su carácter de villano en la historia, según ella, le respondió: “Esas son las cosas que me gustan de ti, que me dices las cosas de frente”. Un escudo verbal que no deja clara su postura. 

La mujer finalmente decidió quedarse en la rumba, no sin antes dejar una amenaza en el aire: “Vea Andrés, usted no me conoce y ojalá no me conozca. Yo sé que usted le está llamando la atención otra persona, pero lo que quiero es que me lo diga”. 

¿Cuál será el destino final de Andrés?, ¿Tiene razón la misteriosa mujer para dudar tanto?, ¿Qué pasará con la pequeña Martina?, ¿Es Carlitos otra esquina no de un triángulo, sino un cuadrado amoroso? Que complicada es la vida.