lunes, 8 de mayo de 2017

Guantes negros

Domingo 7 de la noche. Duermo una película de Netflix y me aventuro en un sueño extraño. Me causa curiosidad cuando logro recordar lo que sueño ya que casi nunca lo hago, es decir, recordar, pues dicen, si no estoy mal, que siempre soñamos algo. Las pocas veces que lo logro, sólo recupero escenas sueltas.

En el plano onírico me encuentro en un restaurante y como una hamburguesa. Soy, al parecer, la única persona en ese lugar. Reparo en mis manos y veo que llevo puestos unos guantes negros para lavar la losa. 

Luego de terminar mi comida me acerco con la bandeja a la caneca. Aplausos para mi personaje en el sueño, que supongo soy yo, por esa actitud. Detesto cuando las personas dejan reguero sobre las mesas en los restaurantes.

En mi trayecto hacia la caneca, paso cerca de la barra y veo un plato de nachos bañados en queso fundido, guacamole, frijol refrito y sour cream. El plato se ve muy apetitoso y pienso en probar uno, pues el cocinero está ocupado en la parrilla asando carne, “¿Para qué si no hay nadie?”, y seguro no se daría cuenta.

Nuevamente me concentro en los nachos, pero tengo las manos ocupadas con la bandeja y las manos llevan los engorrosos guantes negros, que le restan habilidad a los dedos.

Con el rabillo del ojo capto a una mujer y algo me dice que es la persona que ordenó los nachos. La conozco, mejor dicho, sé quién es. Hace muchos años me dejo un agradable comentario en la entrada de otro blog.

Camino hacia el baño y me encuentro con la mujer. Cuando nos cruzamos me sonríe y saluda: “Hola, hace tiempo no te veía, ¿cómo has estado?"  Su frase es afectuosa. También sonrío y le explico que voy para el baño y, torpemente, levanto mis brazos para mostrarle los guantes negros. No sé para qué hago eso pero, al parecer, los guantes negros, junto con los nachos son símbolos importantes de la narrativa de que plantea mi subconsciente o quien sea que dirige el sueño. 

Robert Mackee sostiene que en una narrativa debe tener un buen sistema de imágenes, con símbolos que nos muevan, mientras no los reconozcamos como eso, momento en el que pierden todo su poder de sugestión.  

En el baño, abro el grifo del lavamanos y pienso en la mujer de los nachos. “La voy a saludar”, pienso. Cuando salgo ella ya abandonó el lugar y tampoco hay rastro de los nachos.

Despierto. Son las 10:45. Siento hambre y mi estómago hace ruidos “¿Fue eso lo que disparó el sueño?" 

Voy a la cocina a servirme un cereal y en el lavaplatos veo un par de guantes negros. Los reviso y,afortunadamente, no están untados de guacamole.