miércoles, 31 de octubre de 2018

En silencio

Me Parece que la ciudad está en silencio, resulta casi obvio pensar que solo debe ser así en el sector donde vivo, y que en las zonas de bares de la ciudad, en este momento se están llevando a cabo sendas fiestas de Halloween, porque hay gente que es muy buena para enfiestarse aún teniendo que madrugar el día siguiente para ir trabajar. Lo ue me parece inreíble es que lo hacen como si nada, bueno eso es solo un decir, porque igual al otro día están completamente cansados, pero les importa más el logro de haberse ido de fiesta, que esa sensación de agotamiento y nauseas que a veces acompañan los guayabos;  me parece que asumen todo el cuento como una pequeña victoria ante el sistema. 

Hoy solo timbraron dos veces en el apartamento para pedir dulces: la primera vez lo hizo una niña de unos 10 años, que estaba disfrazada de científica o médica loca, pues su disfraz consistía en una bata blanca de médico con manchones rojos que simulaban sangre y estaba despelucada. A la niña poco parecía importarle si su disfraz era bueno o no y más bien se le veía muy feliz porque el edificio estaba casi solo para ella. 

Al rato volvieron a timbrar, esta vez era una bruja, de esas brujas que todos conocemos de vestido largo, el suyo era morado, y sombrero puntiagudo. Cuando abrí la puerta, la científica loca estaba en el apartamento del frente y, emocionada, le contó a la bruja: “¡Uy! El año pasado timbré en un apartamento y como no tenían dulces me dieron paquetes de galletas oreo”. 

Lástima que con el paso de los años uno vaya perdiendo esa emoción de disfrazarse. Ayer una escritora contaba en su cuenta de Instagram que su día favorito del año es el Halloween, pues le parece fantástico eso de disfrazarse un día, de pretender ser alguien más, de ficcionar la vida, que tanta falta nos hace, con un personaje que no es uno. 

Eso era todo lo que les tenia que decir, mientras tanto sigo sintiendo que la ciudad está en silencio, sola.