Ayer estaba rabón. Quería meterle un puntapié al mundo, a la existencia al COVID-19, sobre todo al último. Estaba rabón porque, como les ha pasado a muchos, creo yo, hay veces que a uno le da rabia de como Covid Alfonso, así lo bauticé, puso todo patas arriba.
Llegué a la conclusión de que la razón de mi mal humor es ver como todo se desbarajusta en “cámara lenta”, como si los problemas que desencadenó la pandemia nos los estuvieran administrando con un gotero.
Pensé, entre otras cosas, que lo que sea que rige nuestras vidas, esa fuerza suprema, si es que existe, debería dejar la pendejada y darnos en la cabeza, de una vez por todas, con un meteorito o algo por el estilo.
Estuve con ese ánimo de los mil demonios hasta antes de acostarme y hoy me levanté mucho mejor.
Es probable que, en parte, mi mal genio se haya debido a que no escribí nada aquí ayer, pues me desubiqué de día y solo hasta bien entrada la noche caí en cuenta de que era lunes y no domingo.
Hoy casi no escribo nada, pero dejar pasar dos días sin escribir ya sería una desgracia. y si lo dejo de hacer fijo ahí sí nos cae el meteorito, así que denme las gracias por haberlos salvado con este texto.
Ahora no sé a qué horas me voy a dormir hoy, pues tengo que leer un cuento y hacerle comentarios y antes de eso pasar el documento al Kindle, y como soy lento y meticuloso en esos menesteres quién sabe cuánto me demore. Ojalá no sea mucho pues debo levantarme temprano a aspirar y trapear.