lunes, 26 de diciembre de 2016

Editar hasta la eternidad

Hace unos días planeé escribir dos textos. Pensé que uno lo iba a hacer por la tarde, pero al final me ocupé y a las 10 de la noche no había escrito nada.

A esa hora y con algo de pereza, decidí arrancar con el otro texto, un artículo para el que había llenado dos hojas con anotaciones y del que ya tenía una página redactada.

Leí lo que había escrito y la introducción,muy floja,  invitaba a abandonar el texto después del primer párrafo. En ese momento supuse que mi plan era muy sencillo: editar lo que había escrito y terminar de escribir el texto con las notas que aun no había chuleado. 

Al final terminé borrando los primeros párrafos, duré un poco más de una hora escribiendo la introducción y  corrigiendo el resto del escrito, que está lejos de ser la versión final.  

Pero, ¿y cómo saber cuál es la versión final de un escrito? Es algo muy difícil, porque probablemente no existe.  Uno se puede quedar editando un texto toda una eternidad y siempre va a parecer que una palabra se puede remplazar por otra más precisa o que un signo de puntuación no va ahí, sino en otro lugar o más bien que simplemente no va.

En cierto momento uno tiene que dejar el texto quieto.  Confiar que los dioses de la lingüística lo acompañaron y teclear el punto final sin remordimiento alguno.