miércoles, 7 de junio de 2017

Sánchez y "El Maestro"

El lugar huele a incienso y está iluminado levemente por las llamas de varias velas ubicadas estratégicamente al lado de los asistentes a la sesión de meditación. “¿Te gusta meditar?” le había preguntado Fernanda y cegado por un gusto, sobre todo, instintivo hacía ella, le había dicho que sí, que claro, que hacía rato no lo hacía, pero que le sería fácil entrar en el flujo de la práctica nuevamente. Flujo, así le había dicho. Se desconocía por completo hablando de esa manera tan mística, tan poco él. “Todo sea por Fernanda, después de la sesión y con un par de traguitos encima, fijo se le quita esta maricada de locos” pensó. 

Es una sesión introductoria por la que los que están a punto de iniciarse en los misterios de la meditación cancelaron $10.000 en la entrada. Fernanda lo había invitado, pues no había chance alguno de que Jose Sánchez invirtiera un peso de su bolsillo en esas pendejadas de la nueva era. 

Sentado en posición de loto, hace rato que sus piernas se le durmieron. Intenta distraerse haciendo cálculos de cuanto billete se empacó “El Maestro”, un hombre calvo, con chivera y un arete incrustado en la ceja derecha que habla poco, como envidioso de su sabiduría, y que lleva puestos unos pantalones que parecen de payaso.

Fernanda le había advertido sobre su actitud parca. Muy sería le dijo ese día en el almuerzo, mientras cuadraban el plan de la tarde: "El Maestro habita otros planos de conciencia y por eso es que casi no habla", pero Sánchez le atribuye esa conducta a que más bien es un hombre distraído que no tiene idea alguna de lo que hace. 

Sánchez se fija en las orejas del hombre para ver si descubre un pequeño audífono por el que otro estafador le indica qué debe decir y cómo actuar, pero no ve nada. 

“Por favor cierren sus ojos suavemente y concéntrense en la respiración” sientan como el aire entra frío y piensen que se están recargando con la energía del universo. Cuando lo expulsen imaginen que están sacando toda la energía negativa de su cuerpo. Traten de no pensar en nada, si los pensamientos llegan déjenlos ir”, les indica “El Maestro” con una voz grave y arrulladora.

Sánchez sigue las instrucciones más o menos por 30 segundos hasta que piensa en Fernanda, momento en que su meditación se va al carajo. Abre los ojos de forma violenta y la busca con la mirada hasta que la ubica. “No puede estar más buena” piensa.

El silencio en el salón es casi absoluto. Sánchez se distrae por completo y selecciona letras de canciones de forma aleatoria y canta un par de estrofas mentalmente.

Luego comienza a analizar a los asistentes a la reunión, personas, cree, que sin pestañear serían capaces de tirarse por una ventana si “El Maestro” se los ordena. Un hombre gordo que ocupa una esquina, le recuerda al buda de la abundancia. Respira de forma pesada y Sánchez no entiende cómo sus bufidos no molestan a nadie.

Solo han pasado 20 minutos, pero Sánchez siente que lleva horas en ese lugar tan contrario al caos en el que se ha acostumbrado a vivir. Desde hace unos minutos “El Maestro” comenzó a repasar las partes del cuerpo una a una desde arriba hacia abajo. Comenzó por la cabeza a la que le dio toda la vuelta luego pasó al cuello, los hombros y ahora va en los dedos de los pies. Cuando menciona cada uno pide que por favor los sientan, “¿Qué van a sentir con el cuerpo encalambrado?” se pregunta Sánchez. 

En un momento “El Maestro” les pide que imaginen unos rayos de color purpura saliendo del pecho. Sánchez mira de nuevo a Fernanda pero de sus hermosas Turgencias femeninas no sale nada, y cree que son perfectas tal y cuál como están sin colores ni ninguna pendejada de esas.

Maestros, con su permiso yo me retiro” piensa Sánchez ya completamente aburrido. Se levanta muy despacio para no hacer ningún ruido y abandona el lugar. 

Saca su celular para llamar a Manuela, su plan B.


"Las cabezas de esas congregaciones saben del
hambre de salvación que tienen todas las personas"
- Que venga la gorda muerte -