martes, 29 de septiembre de 2020

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Pablo lee un artículo en la web, un artículo de interés laboral. Cuando comienza a desplazarse hacia abajo le aparece un anuncio de Grammarly, el sitio web que a veces utiliza para redactar textos en inglés. Siempre hace uso de la versión gratuita y, en ocasiones, cuando ya ha corregido el texto hasta donde le da el conocimiento del idioma, la aplicación aún le indica que tiene errores. 

A Pablo le molesta eso, saber que escribió algo en ese idioma que puede estar patas arriba gramaticalmente y que, tal vez, no dice de forma precisa lo que quiere decir. En esas ocasiones le hace arreglos al texto, hasta que no sabe qué coma moverle, agregarle o qué verbo cambiarle; entonces se echa la bendición y lo deja así. Caso contrario, cuando la página le dice que no encontró problemas, se siente el más gringo de todos. 

Pero les iba a hablar acerca del anuncio que vio. En él Sale un hombre con una expresión neutra en su cara, la típica cara-de-nada. Está sentado sobre un sofá e inclinado hacia adelante, con ambas manos sobre el teclado de un computador portátil. Flotando a su alrededor salen muchos chulos de color verde. Pablo cree que esos signos pretenden dar a entender que el hombre escribió un texto en inglés sin errores, pero por el gesto que lleva, a Pablo le parece que la aplicación le está indicando miles de ellos: uso desmedido de voz pasiva, texto intrincado, puntuación equivocada, etc. 

Pablo no sabe cuánto tiempo se demora echando globos sobre el anuncio, hasta que decide continuar con su lectura, pero antes de continuar, y a modo de protesta, decide hacer clic sobre la x en la parte superior derecha del anuncio. Apenas lo hace, el sistema le da las la opción de “Dejar de ver el anuncio”, en un botón, y luego puede escoger la opción por qué lo quiere dejar de ver: porque no le parece interesante, ya lo ha visto, le parece inapropiado, o el anuncio cubría contenido. 

Pablo se imagina que tiene que haber alguien encargado de darle seguimiento a esas peticiones de los millones de usuarios de internet, y se le ocurre pensar que el hombre que sale en el anuncio de Grammarly, en realidad no está utilizando la aplicación, sino que ese es su trabajo, de ahí el gesto de cara de nada.