Yo suelo hacer eso, contar lo que me pasó a mi directamente o lo que vi que le paso a alguien. En este último caso me invento cosas, pues escasamente sé qué ocurre en la vida de familiares y amigos, o qué les preocupa, así que especulo que puede estar pasando por la mente de esos extraños a quienes narro, o simplemente me invento aspectos de su vida y ya está.
Siendo sincero la verdad me gustaría alejarme cada vez más de esa voz autobiográfica, digamos, y escribir pura ficción, porque me parece que esta ayuda a evitar las opiniones personales o permite camuflarlas de manera elegante en un relato. Por alguna razón Ursula K. Le Guin afirmaba que le iba mejor inventando cosas que recordándolas.
Pero de todos modos recordar también es pura ficción, pues se suele narrar lo que se cree que pasó, ya que al intentar revivir un recuerdo nunca vamos a poder contar de forma exacta cómo ocurrió.
Es imposible contar una cosa exactamente tal como ocurrió, porque lo que
uno dice nunca puede ser exacto, siempre se deja algo, hay muchas partes, aspectos, contracorrientes, matices; demasiados detalles que podrían significar esto o aquello, demasiadas formas que no pueden ser totalmente descritas, demasiados aromas y sabores en el aire o en la lengua, demasiados colores.
– El cuento de la criada –
Sentado en mi escritorio, lo único que quería hacer era echarme en la cama. Había dormido bien, entonces no entendía por qué me sentía así.
Eso era lo que pretendía contar, pero justo ahí mi cabeza comenzó a hacer asociaciones raras y llegué al temadel que les hablé al principio.
Ya en este punto, en el que la volqueta se fue al río, podría seguir tirando de esa hebrita narrativa que me encontré y decir que si somos pura ficción, eso que llamamos realidad no es más que otra simulación, una mentira que nos esforzamos en contar día tras día.
Como leí hace poco: “Nunca estamos tan seguros de la realidad como cuando es ilusión”.