Puede ser que el destino del mundo no se decida en los momentos que consideramos críticos, sino en aquellos sencillos, simples o anodinos. Cuando experimentamos estos últimos, lo más probable es que estemos tranquilos, libres de angustias. ¿Quién se puede imaginar que ponerse las medias puede desviar el curso de la humanidad?
No recuerdo de forma precisa en qué pensé cuando me las puse hoy. Creo que mientras me visto, siempre visualizo el desayuno, sobre todo la preparación del tinto, pues, como ya he dicho antes, todo su ritual –alistar la cafetera Medir el agua, el café, prender el fogón, etc– tiene algo de Zen.
Soy malo para hacer preparaciones muy elaboradas para el desayuno entre semana, a diferencia de M, una amiga, que una vez me contó que le encanta ese momento del día, porque puede cocinar cosas riquísimas. Yo, con un cereal en leche y el tinto me conformo.
Pero mejor sigamos hablando de ponerse las medias, un movimiento casi mecánico y que pasa desapercibido. ¿Qué tal que sea determínate para el curso de nuestras vidas?
Qué tal que Hitler, luego de no ser admitido en la escuela de Bellas Artes a sus 23 años, haya pensado, al día siguiente, luego de salir de la ducha, justo cuando se ponía las medias algo como: “Creo que es mi deber conquistar el mundo y acabar con los judíos”.
Habría que entrar a analizar si hay alguna diferencia entre ponerse unas del mismo color o con figuritas, pero creo que debemos prestarle más atención a esos momentos.
Ya les digo, póngale atención a todo aquello que tenga pinta de insignificante, porque, independiente de lo que sea: una persona, un momento, un par de palabras que nos dicen o que dejamos de decir, quizá cuentan con todo el poder para cambiar el curso de la vida.