miércoles, 17 de abril de 2024

Doing is the game

Hoy me acordé de una frase que escuché en una charla de Creative Mornings: Ideas are nothing, doing is everything.

Tiempo después leí Zen in the art of writing de Ray Bradbury, y parece que el escritor pensaba lo mismo. Bradbury cuenta lo siguiente :“Hacer es ser. Haber hecho no es suficiente; llenarse de hacer, ese es el juego."

El escritor cuenta que todos somos como tazas que constantemente se van llenando de forma calmada, y que el truco –de la vida, supongo–, consiste en saber en qué momento hay que inclinarse para que se derrame lo bueno que hemos almacenado.

Inclinarse o hacer, para desparramar todo lo que hemos acumulado debe ser una buena táctica para afrontar la vida, ¿acaso no?

Dice que siempre le recalcó a sus amigos que existen dos artes: el primero es realizar algo, y el segundo consiste en aprender a moldear lo que se hizo para no matarlo o lastimarlo de alguna manera.

Seguro por eso el escritor afirma que permanecía ebrio de escritura para que la realidad no lo pudiera destruir.

Ese, cuenta, fue el estilo de vida que siempre llevó: “Ebrio, y manejando una bicicleta, es decir, Ebrio de vida, sin saber a dónde dirigirse después, en un viaje mitad de terror y  mitad de entusiasmo.

Entonces ya saben. El truco está en hacer, hacer y hacer, sin importar cuál sea el producto final, mientras no lo aniquilemos de alguna manera, al momento de moldearlo.

martes, 16 de abril de 2024

Uno más

¿De qué hablo? de un nuevo libro. Uno más que quiero leer. La escritora española Marina Perezagua publicó una foto de él en su cuenta de Facebook y escribió: Bello. Brillante. literatura.

Hablo de knife, Meditations after an attempted murder, el último libro de Salman Rushdie, un memoir en el que, imagino, desmenuza el atentado que sufrió y lo lleva a un nivel literario.

De él solo he leído Joseph Anton, el memoir que escribió luego de que el Ayatolá Ruhollah Khomeini lo condenara a muerte por haber escrito los versos satánicos. En ese entonces, ese viejito con mirada de loco y barba poblada le envió un mensaje a todos los musulmanes en el que les indicaba que lo mataran en cualquier lugar en el que se encontraran.

Me siento cercano a Rushdie por ese relato y porque me firmó el libro en una charla que dio en el Hay Festival. Fue una de las mejores charlas de esa edición y me pareció tremendo cómo narra todas las experiencias por las que tuvo que atravesar.

También me gusto que se narró en tercera persona, pues cuando comenzó a escribir el libro en la primera, no le gusto y le pareció un ejercicio algo narciso, además de que no deja de existir cierta distancia antre él y joseph Anton. 

El título de ese libro lo seleccionó por el aprecio que siente hacia los escritores Joseph Conrad y Antón Chejov. Al primero por sus novelas de espías, pues de un momento a otro se vio envuelto en ese mundo, necesitó de un fuerte esquema de seguridad y no dormía más de dos noches en un mismo lugar, y el segundo, pues considera que el escritor ruso sabía retratar la soledad y en esos años de su vida se sintió muy solo.

Me entero que en Knife aparte de narrar en detalle el ataque que sufrió, también es un tributo a su esposa quien lo acompañó durante toda su recuperación.

El título, cuenta Rushdie, es una alegoría al lenguaje, pues este también puede ser un cuchillo que corta hasta llegar a la verdad. “Quería utilizar el poder de la literatura, en general, para responder a este ataque".

Uno más, les digo, uno más para celebrar que Rushdie sigue vivo.

lunes, 15 de abril de 2024

"Me pareces interesante"

“A mí la verdad me parece interesante”.

Fernando supo que había perdido el tiempo con Laura cuando la escuchó decir esa frase:

Se habían conocido en el cumpleaños de un amigo en común y desde el instante en que la vio se convenció de que ella era la mujer de sus sueños hecha realidad: alta, pelinegra y de ojos verdes.

Esa noche buscó la forma de interactuar con ella a solas, pero siempre había alguien rondando. Hacia el final de la reunión desistió de su idea y salió a la terraza para terminar de beber un trago de whiskey y fumarse un cigarrillo.

“Pensé que te habías ido sin despedirte”, fue la frase que lo sacó de sus pensamientos. Al dar medía vuelta, ahí estaba ella con una copa de vino en sus manos y sonriendo de forma pícara.

“Como estabas tan ocupada hablando con Morales”.

“¿Celoso o qué?”

Fernando soltó una carcajada, sacó otro cigarrillo, y ese día hablaron hasta la madrugada.En esa ocasión Fernando solo se ganó un resfriado porque no se preocupó por ponerse la chaqueta.

Salieron por un par de meses hasta que un día Fernando concluyó que se había enamorado. Decidió jugársela toda.

La citó en Grano molido, el café que tanto le gustaba a ella. Cuando la tuvo sentada enfrente, no sabe bien de dónde saco fuerzas para decirle todo lo que sentía. Su declaración de amor salía de su boca a una velocidad impresionante. No sabía que iba a hablar por tanto tiempo. Fue algo que le costó mucho porque la posibilidad de rechazo estaba latente.

¿Y si de pronto había leído mal las señales y ella solo lo consideraba un amigo? se preguntaba, pero cuando terminó de hablar, sin importar cuál fuera la respuesta que iba a escuchar, se sintió ligero.

Cuando fue el turno de ella para hablar, Laura le dio un sorbo al vaso de café que sostenía con ambas manos y dijo:

“Mira a mí, de primerazo me pareces interesante y súper pilo."

La respuesta de Laura también fue larga, pero Fernando no le prestó atención al resto de palabras, sabía que lo mejor era emprender la retirada, porque lo último que se debe perder no es la esperanza sino la dignidad.

Era un rechazo camuflado, una negativa disfrazada de palabras cordiales. Quizá desde la primera vez que alguien le dijo eso a otra persona no lo hizo con mala intención, pero Fernando hubiera preferido que Laura le dijera que era un hijo de puta o que era un mal polvo.

Al final siempre Se gana o se pierde, esa es la vida ¿acaso no?, pensó

Más allá de ponerse triste, lo que le sintió fue rabia. Había sido una salida fácil para ella. Era una frase que no compromete a quien la dice. Un sintagma, diría un lingüista, que no descalifica pero tampoco elogia.

Solo significaba una cosa: que no le había hecho sentir nada con esa declaración de amor improvisada que, cree, le había salido tan bien.

viernes, 12 de abril de 2024

Amor moderno

En uno de los capítulos de Orange is the New Black, un periodista contacta al novio de Piper, la reclusa, para que escriba una pieza para la columna Modern Love del New York Times.

Ese día recordé esa serie que me gustó mucho y pensé que lo más probable es que existiera un libro con la recopilación de las columnas.

No estaba equivocado. El libro se llama Amor moderno, historias reales de amor, pérdida y reconciliación.

Ese mismo día comencé a leerlo. Ahora voy por la mitad y me ha gustado mucho. Me parece que la selección de piezas que hizo el editor de la columna fue muy minuciosa y la calidad de los escritos es tremenda.

Hoy leí un ensayo que me removió todo. Se titula “Tal vez quieras casarte con mi marido”. En él la escritora Amy Krouse Rosenthal cuenta como una noche visita una clínica con su marido debido a un fuerte dolor abdominal que, piensan, es apendicitis, y después de muchos análisis les dan la noticia de que es un cáncer en etapa avanzada.

La columna de Amy es un perfil de su marido, en la que justifica por qué es un buen partido. En medio de lo trágico, la escritora utiliza un humor muy fino en su escrito.

Amy murió 10 días después de la publicación de su columna.

Estos últimos días he pensado mucho sobre la muerte, y cuando no pienso en ese tema, se me aparece de cualquier forma. De pronto lo mejor sea no mirarla como un evento lejano, sino hacerle creer que nos importa. De esa manera quizá nos dejé en paz y se fije en aquellos que no la determinan para nada.

“I’m facing a deadline, in this case, a pressing one.
i need to say this (and say it right) while I have (a) your attention and (b) a pulse."
- You may want to marry my husband -

jueves, 11 de abril de 2024

Soltar letras

Acá estoy, debatiéndome entre escribir algo o no escribir, e irme a ver un capítulo de Orange is the new black.

La razón es que en todo el día no me he parado del escritorio. ¿Y por qué carajos no aprovecho para escribir un post? se preguntará el querido lector y no me queda más que darle la razón.

El caso es que me dediqué a escribir otros textos, unos de trabajo y otros no tanto. Terminé de escribir, por ejemplo, una historia que trata sobre la vejez y la muerte, y que tiene que ver mucho con el post que escribí ayer. Para escribirla me basé en los diarios de Sándor Márai que, como ya he dicho antes, me encantan por su visceralidad. ¿Existe esa palabra? no sé. No quiero quedarme con la duda, así que la escribo en la barra de búsqueda de la página de la RAE y me dice que significa: que se deja llevar por reacciones viscerales.   

Así, imagino, tuvo que haber escrito sus diarios el escritor húngaro. En fin, que me repito, pero la verdad es que este ejercicio solo consiste en soltar letras sobre la pantalla a ver si de pronto agarran algo de significado. Ese, sabrán ustedes, es mi objetivo con este blog, escribir lo que sea, sin importar lo malo, bueno, regular o pésimo que resulte; no me importa, no hay tiempo para pensar en eso. Soltar las letras como vengan, casi crudas y sin la cocción de la edición, porque la muerte puede estar cerca. No se sabe, nunca sabemos nada en concreto, así que lo mejor es hacer lo que se pueda hacer hoy sin pensar en el mañana, porque como dice Manuel Vilas: El mañana es de lo muertos.

miércoles, 10 de abril de 2024

Un siglo y 5 años

105 años. A esa edad murió la abuela de la esposa de un amigo.

¿No es mucho vivir más de un siglo? A mí me parece que sí. De pronto lo mismo piensa Roger Daltrey, el cantante de The Who, cuando dice en My Generation: I Hope I die before I get old.

¿Qué puede hacer uno con 105 años,  aparte de estar sentado en un sillón con una manta sobre las piernas mirando por la ventana o viendo televisión?  Seguro hay algunas excepciones y existen ancianos llenos de vida, pero a esas alturas, creo, el cuerpo ya se debe estar muy apagado.

Claro que uno no deja de conmoverse con la noticia, y se mira con cierto respeto a la persona que alcanzó esa edad.

¿Qué pensaría ella?  ¿Todavía tenía facultades mentales, o su yo ya se había diluido en la demencia senil?, pues el alzhéimer, como otras enfermedades de gente mayor, suele aparecer a una edad en la que deberíamos estar muertos. Y es que en la vejez solo se encuentran los seres que, de acuerdo a la leyes de la naturaleza, ya estarían muertos. Esa etapa de la vida no es más que eso, una cuesta descendente hasta la muerte, pero nosotros nos hemos empeñado en alargar la vida, en fin.

No sé, todo son preguntas, por ejemplo si no se llega a viejo ¿a qué edad sería bueno morir?

Felipe, un personaje de La Buena Suerte, dice que nunca va a experimentar la indignidad de la vejez, y que para lograrlo tendría que ser capaz de matarse cuando aún estuviera bien. Por eso decide suicidarse a los 82 años, pero llegada esa edad, pasan los días y Felipe no da con el momento preciso para matarse, a veces simplemente por cansancio, otras por un resfrío y otras porque se sentía más o menos a gusto con la vida.

“Suicidarse muy vivo, un suicidio que formara parte de la vida y no de la muerte”, cuenta el personaje, pues si se esperaba hasta estar enfermo, su cuerpo tomaría el mando y las células siempre se empeñan ferozmente en vivir.

De pronto Rosa Montero se basó en el escritor Sándor Márai para crear ese personaje. El escritor húngaro cuenta en sus diarios que no quería morir, pero que había dejado el revólver en el cajón de la mesita de noche para tenerlo a mano si llegaba el momento en el que quisiera acabar con su vida. Aunque cabía la posibilidad de que el final ocurriera de otra manera. “Todo es siempre de otra manera”, concluye.

En el libro sobre la muerte de Millás y Arsuaga, el paleontólogo le plantea al escritor lo siguiente: “No deberías preguntarte, pues, por qué nos morimos, sino por qué vivimos tanto.”

Felipe, en otro aparte de la novela, dice que ya ha sido secuestrado por un anciano al que no reconoce. Porque envejecer es precisamente eso: ser ocupado por un extraño.

martes, 9 de abril de 2024

Paciente cero

Tomo un taxi.

A mitad de camino al conductor le entra una llamada, se pone unos audífonos y comienza a hablar con alguien.

“Me siento mal, ¿no le digo? Hace un rato iba en la 106 y me dio la pálida, tuve que orillarme en una bahía y descansar un rato”.

“Ni idea qué tengo. Me comenzó un dolor de cabeza y siento como si no hubiera dormido en una semana. ¿Qué qué hice? me tomé un naproxeno y descansé un rato, pero no sé que tengo. De un momento a otro me dio la pálida.

¿Y si es el paciente cero de un nuevo virus que va acabar con la raza humana?, me pregunto. Si se transmite por vía aérea probablemente ya ingresó a mi sistema. Decido no hablar para que el taxista tampoco lo haga y deje escapar una gotícula con carga viral. Abro la ventana con disimulo y siento como una corriente de aire invade el interior del carro. Espero que desaloje al virus.

“No sé hermano, Paula va a tener que venir a recoger el carro”, continúa hablando el taxista. “La verdad no sé qué hacer porque me hace falta levantar $100.000 para pagar el arriendo y con esta maluquera no puedo trabajar”.

Cuando llego a mi destino le preguntó cuánto le debo y dejó caer la plata en la palma de su mano. Miro su cara y siento algo de alivio, pues sus ojos no están inyectados con sangre y tampoco tiene espuma en la boca.

“Muchas gracias y que se mejore”, le digo. En verdad se lo deseo tanto a nivel de salud como económico, pues su voz cargaba mucha angustia.

Hasta el momento he estornudado un par de veces y nada más.

Los mantendré informados.