Marcia deja escapar una lágrima cuando lee la palabra que lleva escrita el papel que envuelve un chocolate, que alguien le dejó sobre el escritorio de su oficina.
¿Hace cuánto tenía Jairo esa idea en su cabeza? Imposible saberlo, sólo debemos aferrarnos a los hechos, los malditos hechos, siempre tan precisos, tan fríos, tan crueles y, por lo general, desprovistos de cualquier emoción. Esos hechos que pocas veces dan lugar a la imaginación y no permiten cambiar el curso de una historia, con su habitual carácter determinante.
Jairo había entrado a trabajar en la compañía desde hace más de 5 años. Después de un tiempo de sacrificios y mucho estudio, logró ocupar un cargo de analista. No ganaba mucho, pero si lo suficiente para vivir tranquilo con su esposa y dos hijas de 5 y 3 años.
Hasta que un día se presentaron los hechos en forma de enfermedad: el cáncer. Jairo libró una larga batalla contra ese demonio, pero al final la perdió. En sus últimas dos semanas de vida, recostado en su cama le dijo a su esposa que quería hacer un triciclo con cartones, cartulinas, colores, pinturas, que debía arrastrar un pequeño vagón. En él Jairo iba a darle un último detalle, un chocolate envuelto en un papel en el que iba a ir escrita una palabra que encapsularía sus sentimientos hacia aquellas personas que consideraba importantes en su vida.
Marcia había sido la jefe de Jairo durante dos años y fue testigo de esa larga batalla que comenzó con mucho optimismo y terminó en la peor resignación de todas: esperar la muerte.
“Respeto” fue La palabra que eligió Jairo para ella.