martes, 22 de diciembre de 2020

Algún sábado

Digito “Torta de manzana” en la barra de búsqueda del correo electrónico, una receta que he preparado y perfeccionado, eso creo, desde el inicio de la pandemia. 

La búsqueda arroja 4 resultados: el primero es el que necesito, la receta, y los otros no entiendo que tienen que ver con ella, pues el segundo es el pdf. del diario de Ana Frank; el tercero una conversación con Carolina F, una mujer con la que estudié en la universidad, y el último un documento de word con el título “observación directa”. 

Me llama la atención el de Carolina, porque nunca fuimos amigos cercanos, sino ese tipo de personas que, supongo, se terminan saludando de tanto verse, por tener amigos en común. El mail es del 2006 y le reclamó, en broma, por qué me “dejó morir” un sábado en el que estuvimos juntos en algún plan, y luego le pido que por favor no olvide enviarme unos documentos de su tesis, que me podían servir para la mía. 

Trato de ubicar esa noche en mi cerebro, pero cualquier escena que comienza a formarse en él se diluye. Solo me acuerdo de algunas facciones como su sonrisa. También recuerdo su tono de voz; era agradable y reía con ganas. 

¿Acaso Carolina me gustaba?, es posible, pero tampoco recuerdo si en algún momento llegué a sentir algo por ella. 

Su E-mail de respuesta comienza con un “Hola Juanito”, pocas personas me dicen así, y luego me pide disculpas por lo del sábado; me explica que se tuvo que ir porque se le había hecho tarde. Al final, cierra su mensaje con la frase: “Espero que hayas conseguido el amor de tu vida allá”. 

Ese allá como muchos otros, se ha perdido para siempre en las profundidades de mi cerebro. y no, no conseguí al amor de mi vida ese día.