Me ocurre sobre todo cuando me baño.
Luego de abrir el grifo, mi mente comienza a repasar temas, actuales y pasados, a toda velocidad.
A veces caigo en uno que me cautiva y me quedo quieto, sin hacer nada, solo dejo que las gotas golpeen mi cabeza y luego que escurran por el cuerpo.
Caigo en cuenta de que estoy desperdiciando agua y que debo enjabonarme o echarme champú.
Y entonces, en medio de la toma de decisión, de un momento a otro se me aparece una melodía en la cabeza. Luego la canto en diferentes tonos, graves, agudos; sostengo una nota como para ver cuánto tiempo duro en esas, como si fuera un reto que alguien me puso: a que no es capaz de… ¿Quién? Un ser imaginario, mi otro yo, el loco que me habita y a veces se asoma a la superficie de mi personalidad, en fin, qué sé yo.
Podría parecer que soy un hombre que canta en la ducha, algo, digamos, normal, pero a ratos me parece que hay rastros de locura en esas pequeñas acciones que, al parecer, no guardan sentido alguno.
Me pregunto si soy infantil. pero ¿acaso no lo somos todos en cierta medida? ¿Qué es ese cuento de la madurez que nos han querido vender?
Pienso en mis primos pequeños y en lo felices que se ven cuando juegan solos, en como conversan consigo mismos y se abstraen del mundo.
Esas melodías, mi locura, en fin, es temporal. Puede que consiga retener una en mi memoria mientras me seco con la toalla, pero apenas abro la puerta del baño, cuando abandono ese terreno creativo de la ducha y me vuelvo a sumergir en la realidad, las olvido por completo.
Es una lástima, pienso que algunas son realmente buenas; con buenas me refiero a pegajosas.
Durante el resto del día intento caer deliberadamente en mi zona de locura, pero no lo logro, lo más cercano es cuando toco batería aérea, pero no le llega ni a los talones.