De pronto por eso es que me atraen tanto los diarios , porque al no tener ínfulas de novela o cuento, parece que los escritores muestran su visión del mundo y relatan sus experiencias de forma cruda.
Hay mucho poder en las viñetas de vida sinceras.
Después de mucho tiempo, por fin me volví a encarretar con La tentación del fracaso, los diarios de Julio Ramón Ribeyro a los que llegué por culpa de Millás, pues habla de ellos en La vida a ratos, su diario novelado.
Algún día he de volver a los de John Cheever, también mencionados por el escritor español.
Ese aspecto de cotidianeidad fue algo que me gustó mucho de Ordesa, la novela de Manuel Vilas, pero luego intenté leer Alegría y me pareció repetitiva con relación a la otra obra.
También están los de Virginia Woolf que traen unas alusiones bellísimas a la escritura.
He buscado como loco unas columnas que escribía Margarita García Robayo para un diario argentino, pero no las he podido encontrar. Eran un recuento de cosas que le habían pasado en la semana de Lunes a viernes. Cada día era un párrafo corto, pero Robayo, creo, es una de las escritoras más precisas para escribir sobre lo cotidiano.
La culpa de esa adicción a los diarios, o bien a lo cotidiano, la tiene Anaïs Nin, pues el volumen IV de los suyos me voló la cabeza.
Siempre he pensado que el curso correcto de lectura de un autor debería ser primero una de obra de ficción, para luego meterle el diente a los diarios, pero los libros van llegando y uno intenta despacharlos de la mejor manera posible.
Después de mucho tiempo, por fin me volví a encarretar con La tentación del fracaso, los diarios de Julio Ramón Ribeyro a los que llegué por culpa de Millás, pues habla de ellos en La vida a ratos, su diario novelado.
Algún día he de volver a los de John Cheever, también mencionados por el escritor español.
Ese aspecto de cotidianeidad fue algo que me gustó mucho de Ordesa, la novela de Manuel Vilas, pero luego intenté leer Alegría y me pareció repetitiva con relación a la otra obra.
También están los de Virginia Woolf que traen unas alusiones bellísimas a la escritura.
He buscado como loco unas columnas que escribía Margarita García Robayo para un diario argentino, pero no las he podido encontrar. Eran un recuento de cosas que le habían pasado en la semana de Lunes a viernes. Cada día era un párrafo corto, pero Robayo, creo, es una de las escritoras más precisas para escribir sobre lo cotidiano.
La culpa de esa adicción a los diarios, o bien a lo cotidiano, la tiene Anaïs Nin, pues el volumen IV de los suyos me voló la cabeza.
Siempre he pensado que el curso correcto de lectura de un autor debería ser primero una de obra de ficción, para luego meterle el diente a los diarios, pero los libros van llegando y uno intenta despacharlos de la mejor manera posible.
"Este aspecto de los grandes escritores es el que cada ves me interesa
más, sus papeles marginales: cartas, diarios, notas, borradores, artículos, etc.
Me entretiene meter las narices en este desván, siempre tan revelador"
- La tentación del fracaso -