viernes, 27 de noviembre de 2020

Budismo e ira

A Lucía le gusta la literatura y se la pasa publicando fotos de libros que lee, junto con citas que le llaman la atención. Hace poco leyó un libro que tiene que ver con el budismo, y mencionó que gracias a esa lectura se había acercado a la meditación, una práctica que la ha hecho sentir bien últimamente. 

Lucía, española, afirma sobre esa lectura: “os prometo que cambia a las personas, la forma en la que ves el mundo y también la forma en la que te ves a ti mismo por dentro”; una aseveración fuerte, que evidencia lo mucho que le gustó el libro, la meditación, el budismo o los tres. 

Luego dice que el libro no tiene nada que ver con religiones, sino que se centra en el saber estar en el AQUÍ y el AHORA, y escribe esas palabras así, en mayúscula, como para que no se nos olviden. 

Algunas personas le dan las gracias, al tiempo que le recomiendan otros libros: El monje urbano, Los 3 pilares de la felicidad, y así. 

Todo iba color rosa, digamos, hasta que Íñigo se unió a la conversación. Él afirma que muchas de las imágenes que acompañan esos libros son una muestra de lo que debes mantener alejado. 

Parece que a Íñigo no lo convence el tema de la meditación y el budismo, y está cansado de que le repitan hasta la saciedad que el truco de la vida consiste en fijarse en el aquí y el ahora. 

Lucía, que seguro se sintió ofendida, le respondió lo más Zen posible: “necesitas meditar, tienes demasiada ira dentro”. 

Íñigo bien podría haber dejado las cosas ahí, irse a meditar, o a dedicarse a tener rabia contra el mundo, la vida, el destino, dios, cualquier persona, cosa o entidad divina, pero no, decidió responderle a Lucía, porque si para algo somos buenos es para engarzarnos en peleas en las redes sociales. 

Le dijo que no, que estaba equivocada, que él no necesitaba meditar, pues había recorrido ese camino mucho antes que ella y había descubierto que está lleno de intereses como cualquier otro. 

Al final no sabemos qué ocurrió, si Lucía se puso a meditar para pasar el mal trago comunicacional, o si Íñigo se fue a hacerle pistola al Sol. No sabemos nada, y nos aferramos a nuestras verdades como si fueran tablas de salvación.