jueves, 13 de agosto de 2020

Sensible

Me inscribo a unas charlas del Hay Festival Queretaro o QueretaRock, como la llamaba una mexicana muy graciosa, originaria de esa ciudad, que conocí hace unos años. A veces pienso que ya me saben a cacho los eventos virtuales, pero es lo que hay. Esto es, más o menos, una contradicción, porque también me saben a cacho las personas que reniegan y se indignan por todo, y a veces caigo en esa dinámica, en fin. 

No sé si vamos a tener diferencia horaria con México el próximo mes, así que luego de llenar un formulario con mis datos, y guardar la información, presiono un link que dice “agregar al calendario de Google”, solo porque soy pésimo para hacer esos cálculos de diferencias horarias. Siempre he pensado que el hecho de que acá sea de noche y en otro lugar de día, desequilibra algo. No me pregunten qué, pues es una teoría a la que le trabajo a ratos, cuando eventualmente me acuerdo de ella. 

Luego de un par de clics, aparece un botón que dice “Aceptar”, que también presiono. Inmediatamente sale un cuadro de texto a manera de mensaje preventivo, que me informa que mi acción va a permitir que Zoom vea y edite todos mis calendarios. No entiendo a qué se refiere Internet con eso de “todos”. La advertencia finaliza recordándome que puede ser que esté compartiendo información sensible con el sitio web o la aplicación. “Información sensible”, ¡ja¡ ni que manejara información súper importante, aunque de pronto no entiendo a que hace referencia ese término, y le estoy vendiendo mi alma virtual a las grandes corporaciones tecnológicas. Dudo por unos segundos en confirmar la acción y al final pienso: “¿qué más da?” Igual, ya estamos regados por la red quién sabe en cuántos miles de bits, y aunque no queramos,  le pertenecemos de cierta forma.