miércoles, 8 de julio de 2020

De frases y abismos

Hay frases o párrafos, algunos son el inicio de un texto, que nos empujan a leer el resto. Hacen sus veces de abismos oscuros y nos atraen para que caigamos en ellos sin contemplación alguna, porque necesitamos saber qué se esconde allá abajo. Ejemplos habrá miles, pero se me vienen a la cabeza los siguientes:

“Cierra las ventanillas y acuéstate, hay un incendio en la central. Volveré pronto." 
— Voces de Chernóbil  — 

“La pluma tiembla entre mis dedos cada vez que el ariete embiste contra la puerta. Un sólido portón de metal y madera que no tardará en hacerse trizas. Pesados y sudados hombres de hierro se amontonan en la entrada.” 
— Historia del Rey transparente — 

“Urania. No le habían hecho un favor sus padres; su nombre daba la idea de un planeta, 
de un mineral, de todo, salvo de la mujer espigada y de rasgos finos, tez bruñida y 
Grandes ojos oscuros, algo tristes, que le devolvía el espejo.” 
— La Fiesta del Chivo — 

En un artículo, que leí hace muchos años, Juan José Millás contaba la historia de una bitácora de un barco que había sufrido un accidente, que tenía una anotación desesperada que había hecho el capitán en ella, cuando unos pocos estaban encerrados en el cuarto de máquinas, al borde del abismo de la muerte. Intenté buscar la columna; no la encontré, pero también era un párrafo que lo atraía a uno con mucha fuerza. 

Y está, claro, el siguiente inicio del que se ha hablado tanto, que uno lee, lee y vuelve a leer, pues parece que ese puñado de palabras esconden la sabiduría que necesitamos para entender en qué consiste realmente la vida. 

“Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia 
infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada” 
— Ana Karenina —