miércoles, 16 de diciembre de 2020

Armas y guerra

Cerca de donde vivo hay un batallón del ejército. A veces ponen a marchar a los soldados y escucho la voz amplificada de quien da las ordenes: “alineen ar, a la de-re”, y demás instrucciones para que avancen, se detengan o adopten la posición firme. 

A veces, esa voz, seria y cantaletuda, está acompañada por la banda de guerra. Cuando la compañía se detiene —o eso creo, porque la música deja de sonar de forma abrupta— ese hombre dice fuerte y claro: “honores a la bandera de guerra”. 

No sé a cuál bandera se refiere y mucho menos a qué guerra. Debe ser, supongo, una tradición milenaria de las fuerzas militares, pero no entiendo porque le rinden honor a cualquier cosa que tenga que ver con la guerra, o si no existe una bandera de la paz a la que pudieran ofrecerle algo, qué se yo, un canto digamos. De pronto ese interés por esos temas, es un rasgo que se acentúa más en unas personas que en otras, vaya uno a saber. 

Siempre que escuchó a los soldados marchar, vienen a mi memoria un par de recuerdos: 

Cuando era pequeño, jugaba en el parqueadero con un amigo del edificio. Recuerdo que él le pedía al portero que le mostrara su arma de dotación. El vigilante una vez accedió a su petición. Era plateada y los rayos de sol se reflejaban en ella. A mí me pareció similar a las que utilizan los vaqueros en las películas. Luego de eso, mi amigo le preguntó si la podía sostener, pero el portero le dijo que no y la guardó de nuevo en la funda. Yo no entendía por qué le causaba tanta fascinación sostener un arma en sus manos. 

Andrés, un amigo de la universidad, hablaba mucho del ejército y lo hacía con entusiasmo. Creo que su abuelo había sido un alto mando y de ahí su gusto por esa institución. Él, mi amigo, hablaba de armas y entrenamientos, como otros hablaban de equipos de fútbol o modelos de carros. Una historia que le gustaba contar era sobre cómo había sido neutralizado Campo Elías Delgado, el responsable de la masacre de Pozzetto. Decía que quien logro dispararle fue un hombre al que llamaban Rambo, e intentaba narrar como habían sido sus movimientos para hacerlo.