En la reunión tocamos el tema del punto de vista porque una de las historias que discutimos tiene un cambio de primera a tercera persona. Para algunos resultó casi imperceptible y en cambio otros notaron esa disonancia narrativa.
Se supone que lo normal, lo sano, por decirlo de alguna manera, es mantener la misma voz a lo largo de un relato, aunque hay veces que la palanca narrativa se salta de forma inconsciente y se hace un cambio sin querer.
P. pregunta qué tan válido es hacer esos cambios. Le digo que si se pueden lograr, pero que hay que tratarlos con cuidado, y le pongo como ejemplo la Casa de los Espíritus de isabel Allende, cuya narración cambia de primera a tercera persona en la mayoría de capítulos.
V. dice que en novela es más fácil hacerlo y creo que tiene razón, pues como dice Rosa Montero, las novelas ofrecen más lugar para la aventura y son un viaje más largo en el que casi cabe o se permite todo.
“No recuerdo ningún cuento con cambio en el punto de vista” comentó, pero V. dice que ella sí ha leído algunos, que le demos un momento para recordar cuáles habían sido.
Saltamos a otro tema y no recuerdo cómo llegamos a hablar sobre The Ghosts of Gloria Lara, el último cuento de Junot Díaz para The new Yorker, y la cancelación que sufrió el escritor por unas acusaciones que recibió por parte de un grupo de mujeres.
Estábamos en esas cuando V dice: “Ya me acordé cuáles cuentos tienen cambios en su punto de vista, y luego de una pausa dramática que duró un par de segundos los mencionó: A Romantic Weekend de Mary Gaitskill y The Resplendent Quetzal de Margaret Atwood.