lunes, 10 de abril de 2017

La de pirnos

A Gabriel le encanta conversar, encontrarse con un par de amigos y comenzar a hablar sobre cualquier tema, procurando evitar su seriedad de “Adultos profesionales” y esas ínfulas de expertos, que a veces nos invaden.  Charlar, sobre lo que sea, temas con o sin sentido. Dejar que las palabras fluyan como un rio que se desborda por la boca. 

Sabe que para hacerlo, la actividad por sí sola puede ocurrir, pero tiene claro que en algunas ocasiones puede resultar más agradable, cuando variables externas (café, licor, café con licor) hacen presencia.

La bebida que más le gusta es la cerveza, que se encuentra en todo lado, y es una de las más asequibles en cuanto a precio . En él la cerveza actúa como una chispa que le prende el cerebro y que produce una colisión de neuronas que se traduce en palabras, acompañada de exclamaciones y risas.

Es sábado en la noche y Gabriel está con un grupo de amigos charlando en un café.  Al momento de la partida, en medio de apretones de mano y besos en la mejilla, Juliana pregunta: “¿Y si nos tomamos una cerveza? Todos se miran con caras de “¿y por qué no?” y vuelven a tomar asiento. “Solo una y ya” responde con una sonrisa Gabriel mientras mira su reloj.  “Si solo una, la de pirnos” dice Juliana a quién le brillan los ojos.

Piden esa única cerveza de la noche, que rara vez es una.  Esa primera o única, como quiera llamarla estimado lector, cumple con calentar los motores, bien sea de la conversación, la noche, el flirteo o lo que sea.  Apenas se acaba. La cantidad de temas que quedan expuestos sobre la mesa necesitan ser cerrados de alguna forma, si suponemos que se puede concluir algún tema en esta vida.

Gabriel, con un sorbo decisivo y prolongado, es el primero en acabar la cerveza, y espera, golpeando con las uñas la botella y llevando quién sabe el ritmo de qué canción, a que el resto lo haga.  Es ahí cuando suelta la pregunta: “ ¿Qué, otra?”,  y dígame usted,  ¿quién es el malvado que responde “no” ante semejante pregunta tan inofensiva y tentadora? “Bueno” responde Juliana, quitando el pelo de su frente. “Pero esta si es la de pirnos” dice otro amigo”. Gabriel asiente con la cabeza y esboza una sonrisa que poco a poco agarra fuerza hasta que muestra todos sus dientes, una sonrisa que encierra un mudo y tajante “¡Si!”, levanta la mano para llamar a la mesera y pedir la otra tanda. 

La segunda, igual que la primera, suspendió el tiempo y acompaño la conversación.  Cuando se acabó, el grupo de amigos sabía que tenían que pedir la tercera.  Hay momentos que no se pueden cortar de forma abrupta.

Esa les dio para otra media hora de conversación. En sus caras se les notaba el cansancio, pero también la emoción de la charla y el reencuentro.  Cuando se la terminaron, alguien se atrevió a soltar la misma pregunta de hace un rato “¿Otra?” y esta vez la respuesta de todos al unísono fue: “Nooo pa’ la casa”

Quizás esa tercera cerveza separa el territorio de “un buen rato” con ese otro de “penumbras de la inconsciencia” al que a veces queremos a viajar cuando tomamos licor.

Apenas se pusieron de pie, Gabriel y Juliana, en un acto reflejo, entrelazaron las manos. A Su conversación aún le quedaba tema.