domingo, 26 de octubre de 2014

Luz



Se fue la luz.  Cada vez que eso pasa, la UPS comienza a gemir con un pito completamente fastidioso.  La pantalla, con su luz blanca brillante, me está encandelillando los ojos.  Somos unos tarados sin luz, sin luz no hay nada de eso que tanto necesitamos para vivir hoy en día: no hay televisión, se cae el wi-fi, etc. “ !Quedan los celulares! “ responderá usted, pero suponga que se fue la luz porque los extraterrestres nos están invadiendo, entonces tal vez no va a volver a llegar nunca, y cualquier equipo electrónico que usted tenga se le acabará la carga dentro de un par de horas, de pronto es el fin de la raza humana, un textual “apague y vámonos”.


Mis padres me cuentan que cuando apenas se casaron, les tocó irse a vivir al valle de Sibundoy en el Putumayo, porque mi padre, Ingeniero Civil, le tocó ir a dirigir la obra de una carretera.  Vivian en una casa en pleno campo, y no tenían luz.  A mi mamá le tocaba hacer todo, en las noches, a la luz de una vela, y vivían a base de una “dieta”  de enlatados, porque no había forma de conservar la carne.


Mi madre se la pasaba todo el día sola cuidando a mi hermano mayor; bueno sola es un decir tenía como compañía un caballo, que era el que la asustaba por las noches porque se ponía  a caminar en la entrada de la casa, y también a Cuchuco y la raspa.  El primero un perro, la segunda una gata.  


Según tengo entendido la principal labor de cuchuco era agarrar del pescuezo a la gata con su hocico, cuando esta empezaba a ronronear y enredarse en  las piernas de mi mamá mientras cocinaba.  La orden para que el perro cumpliera con su tarea era muy sencilla “Cuchuco ¡saque a la raspa!” le decía mi madre;  y entonces el perro en una actitud perezosa se acercaba lentamente hacia “La Raspa”, mientras esta se agachaba y esperaba el inofensivo mordisco del perro.  Después la botaba en la puerta de la casa.  La escena se repetía varias veces a lo largo de la tarde.


Algunos  fines de semana, se iban a quedar al hotel de un Suizo que se llamaba Walter Kraus, donde podían disfrutar de diferentes comodidades que su modesta casa  de campo no les permitía.  Siempre me ha intrigado ese personaje,  me imagino que huyó de Europa debido a la guerra y terminó en él Putumayo.  Mi padre me cuenta que era un  tipo muy ingenioso, que desvió la corriente de un riachuelo para poder generar electricidad para su pequeño hotel. Mi madre dice que no ha podido probar una mantequilla más rica que la que hacia ese señor, porque aparte de ser todero, era un chef impresionante.


Pero estábamos hablando de la luz y que se fue, ¿cierto? De cierta forma asocio las idas de la luz con el amor. A pesar de ser una época completamente diferente, siempre he admirado a mis padres por haber tomado semejante decisión.  Irse a la porra, lejos de la capital,  para comenzar su proyecto de vida, fue, creo yo, una prueba de amor muy berraca para los dos.  De no haber sido así, de no haber tenido sus vidas ese acontecimiento que seguramente cambió el curso de muchos eventos, de pronto yo no estaría escribiendo esto.  


Sin luz, creo yo, somos más humanos, porque tendemos hacia lo primitivo. 


 Nada que llega la condenada.  Es triste, pero sin luz no podré publicar esta entrada. Si es el fin del mundo, espero que todos los que lean esto hayan sido felices, porque con o sin luz, eso es, en definitiva, lo que importa en esta vida. 


Se me ocurre que sería bueno dejarle un mensaje a los extraterrestres en esta entrada, pero   ¿Cómo saber qué lo van a leer? De pronto mi portátil quedara pulverizado por un rayo laser de un arma alienígena,  A lo mejor nos invaden porque necesitan nuestra luz para poder conquistar el universo.