miércoles, 27 de julio de 2022

La tentación del fracaso

Hoy, después de mucho tiempo, volví a leer los diarios de Ribeyro.

Me gusta mucho ese género, si es que se le puede llamar de esa forma, pero creo que cuando se lee uno, es bueno combinarlo con otras lecturas y no leerlos de corrido. Además en mi caso, las ganas de consumir una historia siempre están presentes, y las entradas de un diario, por más lírico o bien escrito que esté, son como tiros narrativos  al aire.

Hace poco, como les contaba ayer, también comencé a leer El cuaderno gris, los diarios de Joseph Pla, un escritor Catalán ¿Cómo llegué a ellos?, la culpa la tiene La vida a ratos, el diario novelado de Juan José Millás, en el que menciona tanto los de Ribeyro, como los de Pla.

Pensé en escribir sobre esto hoy, porque en una nota que tomé de La tentación del Fracaso, Ribeyro hablaba sobre la necesidad compulsiva de escribir lo que fuera cada noche.

De cierta manera eso es lo que trato de hacer en Almojábana, despojarme de las ganas de escribir. ¿Qué bien o mal? No lo sé, pero como dice Rosa Montero, la idea es convertir a la escritura en un proceso orgánico más, uno como la sudoración, sobre el que no tenemos control alguno.

Creí que la nota de la que les hablo la había tomado hoy, pero no fue así. Quizá la hice otro día, o simplemente no pertenece a los diarios del escritor peruano y quién sabe donde leí eso. A veces se me cruzan los cables de lo leído.

Pero si recuerdo una de Pla, que, creo, explica muy bien porque me gustan tanto los diarios:

“A mí, personalmente, me entretiene muchísimo leer memorias, reminiscencias, recuerdos, por muy humildes y vulgares que sean”.
–El cuaderno gris.