miércoles, 14 de octubre de 2020

Karma

Un sueño hace que me despierte en la madrugada. Sus imágenes se atropellan y sobreponen unas sobre otras, pero las pocas que recuerdo las tengo nítidas, hasta tal punto que siento muchas ganas de levantarme a anotarlo todo en mi libreta, pero desisto de la idea, porque quiero seguir durmiendo. 

Llego a un lugar al que, supongo, se llega cuando se muere. No sé muy bien como explicar esto, pero así lo siento. Visto con ropas ligeras, como una túnica de color crema, y me comunico mentalmente con una entidad divina, a la que le pregunto en dónde estoy y qué carajos hago allí, pero que ignora mis preguntas. 

Todo se convierte en polvo arenoso apenas lo toco y una fuerte corriente de aire se lo lleva por los aires. Camino de un lado a otro, sin un destino en particular, con rabia de no poder agarrar nada. Le pregunto a la voz el por qué de tan ridícula situación, y me explica que tiene que ver con el karma, pero ¿acaso no es eso algo que se debe pagar cuando se está vivo? Aunque ese Dios parece escuchar mis pensamientos, me ingenio una manera de que no escuche esa pregunta que me hago. 

En ese momento esa escena se corta y da paso a otra, en la que aún continúo en ese lugar, pero llegan dos personas más. Ellas llevan carritos de mercados repletos y, por alguna razón, sé que hicieron sus compras en Walmart y Target. Se ve que están felices y le pregunto al Dios con el que me comunico, por qué yo llegué a se lugar sin un carrito de mercado, pero sí con el poder de transformar todo en polvo, y el muy idiota vuelve a repetirme lo del Karma, y que esas personas no tienen uno que pagar. 

Luego el sueño se diluye; seguro soñé más cosas de las que no me acuerdo para nada.