Viernes negro o Black Friday. No sé cuál es el origen de la festividad. Imagino que tiene algo que ver con el día de acción de gracias de los gringos. Podría realizar una búsqueda rápida para conocer más acerca de la fecha, pero me da pereza. A veces, creo, es mejor no saber por qué ocurren las cosas.
Camino y llueve, la excusa perfecta para meterme a una librería a esperar a que la lluvia pase. Ocurre lo de siempre: tengo varios libros en línea de espera, pero pienso: "¿qué más da comprar otro?". Además es viernes negro y es probable que tengan descuento. Y sí, lo tienen, cuestan un 35% menos o, por lo menos, eso es lo que dicen.
No he leído a Margaret Atwood. Voy a la fija, es decir, pregunto por el Cuento de la Criada. Ir a la fija con los libros significa no perder tiempo con lecturas, si es que eso se puede decir, porque independiente de si el libro gusta o no, si es bueno o malo, algo completamente subjetivo, siempre se aprende algo; mejor dicho ir a la fija significa dar con esos libros que descolocan.
También pregunto por el asesino Ciego, que una vez me recomendó una mujer en una librería. La forma en que comienza la descripción de esa novela en Goodreads es impactante: Margaret Atwood takes the art of storytelling to new heights.
No tienen El cuento de la Criada, está agotado. Miro otro libro de la escritora, Alias Grace, que tiene un cintillo que lo promociona porque tiene serie en Netflix como si eso fuera lo más importante y como si Atwood lo hubiera escrito basándose en la serie, en fin.
Y también ocurre lo mismo de siempre: tomo el libro en mis manos lo peso, lo abro aleatoriamente en cualquier página y leo un poco. Pero no, quiero el Cuento de la Criada, así que dejo el libro donde estaba y abandono la librería, antes de que mi comprador compulsivo me haga cambiar de opinión.
No aguanto la fuerza del viernes negro y en la noche pido "La vida a ratos" de Millás.