jueves, 26 de marzo de 2015

Morir de viaje



Para nadie es un secreto, que todos los días tenemos un pie en el más allá y otro en el más acá y que vamos por ahí porcentualmente muertos, pero no es justo que algún malnacido se asegure de qué esa probabilidad se convierta en 1, sólo porque así lo dictan sus creencias y/o su retorcida cabeza.

Algunas veces, cuando monto en avión, se me pasan por la cabeza cualquier tipo de pensamientos trágicos, uno recurrente es que a un mecánico se le olvido apretar una tuerca (tendrán tuercas en algún lugar, me imagino), y que la pieza suelta va a generar una reacción  en cadena de fallas,  que finalmente harán que el avión se estrellé.

Algo en lo que realmente nunca había pensado (de ahora en adelante lo haré) es que al piloto le dé por estampar el avión contra una montaña.   ¿Por qué carajos tenía que suicidarse de esa manera?  ¿Por qué no mejor volarse los sesos y ya, si tantas ganas tenía de dejar de vivir? ¿Qué diablos le pasa a nuestra raza?

Parece que no tenemos solución, y solo nos queda esperar la III Guerra mundial, un par de bombas aquí y allá,  para así dar paso a la siguiente raza dominante, que de seguro serán las cucarachas, las cuales indiscutiblemente realizarán un  papel mucho mejor que el de la raza humana.