lunes, 9 de mayo de 2022

Un cigarrillo desperdiciado

Una vez en la universidad, mientras hacia una fila larga en una cafetería justo antes de clase de 2 de la tarde, una mujer que iba pasando, de pelo negro liso y largo, y ojos del mismo color, me pidió el favor de que le comprara un cigarrillo.

“Haz la fila”, le dije.

La mujer hizo una mueca de desánimo y apenas dio media vuelta para seguir mi sugerencia, la llamé y le dije que estaba molestando, que no tenía problema alguno en hacerle el favor.

Me pasó una moneda, le compré el cigarrillo, me dio las gracias. "De nada", le dije con una sonrisa.

Días después me encontraba estudiando con unos amigos en la biblioteca. Estaba aburrido y quería hacer lo que fuera diferente a pasar una tarde estudiando.

De repente alguien tocó mi hombro y cuando di media vuelta ahí estaba la mujer del cigarrillo, que iba pasando, me reconoció, y decidió saludarme.

Era bonita, o por lo menos a mi me parecía que lo era, ya saben lo que dicen: “La belleza está en el ojo del espectador”. Recuerdo que me preguntó que estaba estudiando y le conté que teníamos un parcial de física. Sonrío, de lo poco que recuerdo de ella es que sonreía mucho, y sus dientes, blancos y relucientes, parecían iluminarle la cara.

Conversamos por muy poco, ella con unos libros debajo de un brazo y 2 amigas un poco más allá que la estaban esperando; yo sentado, un poco incómodo porque mi grupo de estudio se estaba pateando toda la conversación.

Cuando sentí que iba a terminar le dije: “deberías darme tu número de teléfono”, y me dijo: “Sí claro, anótalo”.

Me fui a la última hoja del cuaderno (estamos hablando de la prehistoria cuando los únicos celulares que existían era una panelas incómodas de llevar y costosas, de las que alcancé a botar dos) y lo escribí.

La mujer del cigarrillo siguió su camino y yo volví a “concentrarme” en mi estudio. Cuándo levante la cabeza, todos me estaban mirando con cara de “¿Y eso qué fue?”

“¿Qué?”, pregunté.

“Cómo así que qué?” respondió A.

“Sí, ¿qué?”

R. metió la cucharada “Pues sí, más o menos esa vieja le dijo: Hola, ¿quieres tener sexo sucio conmigo?”

Todos, incluido yo, nos reímos de esa apreciación. El caso es que nunca la llamé. Todavía me pregunto por qué no lo hice.

Mujer del cigarrillo, si por casualidad lees esto déjame un comentario.