sábado, 20 de abril de 2013

Se aprovechan de nuestro deseo e ignorancia.

Hoy fui a la feria del libro, pero no me voy a poner a escribir sobre libros o literatura; solo le voy a decir que de cierta forma,  es un espacio que me inquieta y angustia en mayor medida que una librería, pues ver tal cantidad de libros juntos y saber que la vida solo me va a alcanzar para leer un irrisorio porcentaje de los mismos, de cierta forma es triste.  Obviamente esto, llamémoslo sentimiento, no frena que siga comprando libros, pero siempre pienso que en algún estante todavía debe estar esa pieza maestra, mucho mejor que los libros que compré, la cual no vi y me quedaré sin leer.

Debido a mí gusto por el dibujo, uno de los pabellones que desde pequeño siempre me ha llamado mucho la atención, es el de  caricatura e ilustración.  En este pabellón siempre hay stands sobre Anime y culturas asiáticas y le ofrecen a uno escribirle el nombre en los caracteres de alguna de esas lenguas.

Estéticamente, estos caracteres siempre me han parecido una berriondera.  Hace ya varios años me deje llevar por ese gusto y pagué para que supuestamente escribieran "Juanma" sobre un pedazo de cartulina.  Efectivamente mi petición fui atendida al instante. También recuerdo lo increíble  que me pareció en ese momento, ver como el señor sumergía un pincel en un frasco de tinta y posteriormente en un pedazo rectangular de cartulina dibujaba, pintaba o escribía 7 caracteres que supuestamente significan Juanma en Chino o Japonés.

Perfectamente en ese pedazo de cartulina el señor pudo haber escrito "bruto animal, imbécil o cualquier otra cosa que no no es "Juanma". Además  ¿como saber que la abreviatura de mi nombre puede transcribirse perfectamente a uno de esos idiomas? o peor aun tal vez hoy muchos Pedros, Natalias,  Camilos, Marias etc. etc. etc, que también quisieron tener su nombre escrito en dichas lenguas, tengan un pedazo de cartulina similar  con exactamente los mismos 7 caracteres, solamente diferenciados en su orden.  De pronto fueron los únicos que el señor se aprendió para engañarnos y aprovecharse de nuestro deseo e ignorancia. 

De todas formas el pedazo de cartulina continua pegado en una pared de mi cuarto, pasando desapercibido a los ojos de diferentes visitantes, incluso hasta de los míos.