Sábado. Raúl me llama para que nos tomemos unas cervezas. Hace calor, ese clima que se conoce como "sol cervecero", al que las personas se suelen referir con una sonrisa en sus caras; a la larga una excusa pues cuando tomar es el fin no importan mucho las condiciones meteorológicas.
"¿Qué más hermano? oiga, estoy con Camila tomándome unas cervezas, ¿quiere venir?". "Este sol cervecero amerita unas cervezas." pienso. No conozco a Camila, solo sé que es una mujer con la que Raúl eventualmente sale, una especie de amiga con derechos.
Cuando llego al lugar me entero que el número de horas que llevan en el local, es casi proporcional a la cantidad de jarras que se han tomado. Después de saludar a Camila y hablar sobre cualquier estupidez, esquivando temas demasiado comunes como el clima, profesiones, etc. Camila, que tiene puestas unas gafas negras con Marco de carey y fuma un cigarillo con desparpajo, me dice en medio de una sonrisa : "Yo ya estoy muy borracha."
No me parece que esté borracha, o lo disimula muy bien. Terminamos la jarra que tienen en la mesa y pedimos otra. Cada vez que le voy a servir a Camila, ella pone la mano sobre el vaso para indicar que no va a tomar más: "Ya estoy muy borracha" insiste. No la presiono y Raúl y yo nos terminamos la Jarra.
Raúl se va al baño y no sé me ocurre sobre que hablarle a Camila. Ella sigue fumando y para botar el humo gira la cabeza hacia el cielo y se queda mirando las nubes por unos segundos, como exigiéndoles que se vayan para que el sol aparezca nuevamente.
De un momento otro comenzamos a hablar sobre Raúl. Le cuento que me gusta su manera de ver la vida, pues parece que no lo preocupa nada, y que lo que le pasa es exactamente lo que necesita, Camila sonríe y me dice: "Si, él en todo momento parece como si se hubiera fumado un porro".