viernes, 15 de noviembre de 2024

Aranjuez

Me gusta escribir, pero entonces llega ese momento, justo como ahora, en el que siento ganas de hacerlo, pero ningún tema concreto ronda mi mente, así que empiezo a teclear lo que salga, y lo que salió fue esto.

Comienzo este segundo párrafo perdido, entonces se me ocurre hablarles de Aranjuez, la novela de Gilmer Mesa.

Me paseo por los pasillos de una librería porque busco un regalo para P, una amiga. Regalar libros, pienso, es bien difícil porque dar en la vena del gusto lector de alguien es muy complicado, por el simple hecho de que dos personas nunca van a interpretar un libro de la misma manera.

Sea como sea, pienso que Lecciones de Química es una novela que le puede gustar. La pregunto y me cuentan que ya no les quedan copias. Voy por mi segunda opción: Cómo maté a mi padre. Lo tengo en mente porque fue un libro que disfruté, pero ya sabemos que esa razón no es una de peso.  Si pienso en él es porque hace poco P. me compartió una columna de su autora. Te comparto este artículo que me encantó, me escribió por Whatsapp, así que me aventuro a pensar que esa novela le puede gustar.

Ahí sigo, paseando por la librería. Mientras hojeo libros que me llaman la atención entablo una conversación con mí mismo:

—Vamos a comprar un libro para el viaje.
—¿Pero no cree que todavía tiene demasiados sin leer?
—Demasiados libros es una frase sin sentido para mí.
—¿Y qué me dice de todos esos que descargo en su kindle?
—Quiero comprar un libro y punto. Además, está claro que comprar libros es una actividad completamente independiente a leerlos, y en las últimas semanas no me he podido enganchar con ninguno, ¿acaso no lo recuerda?
—Usted verá.
—Pues sí, yo veré. Que esté muy bien.
—Lo mismo.

Justo cuando doy por finalizada la conversación, tengo a Aranjuez en mis manos. Lo comienzo a leer y los primeros párrafos me saben bien. Paso páginas hasta más o menos la mitad del libro y también leo otro párrafo que me agrada.

Dictaminó que el estilo de Mesa es sincero. Nada mejor que estos textos que no pretenden grandeza, ni están cargados de un lirismo exagerado. Más tarde, cuando me voy a acostar, veo el libro en la mesa de noche y aunque lo compré para leer en el viaje, me zampo el primer capítulo sin ningún remordimiento.

—¿No lo había comprado para el viaje?
—Se supone, pero creo que lo voy a acabar antes, ni modo, ¿cierto? Será comprarme otro libro ¿Qué se le va a hacer?