martes, 8 de abril de 2014

¡Descunchesé!

Eso era lo que le gritaban a uno en el colegio en esas temporadas en que se jugaban bolas en el recreo; sobretodo cuando hacían esos combos de 3 Potas, y la distancia de tiro eran unos 20 pasos.

Uno hacía fila, esperaba a que los que iban adelante desistieran  de su intento, y cuando por fin llegaba el turno, uno se empezaba a descunchar, es decir, a perder bolitas a lo desgualetao'.  Algunas veces uno apuntaba y el tiro se convertía en toda una parafernalia de precisión y cordinación, pero en otras ocasiones uno empezaba a lanzar como loco, esperando que en ese lanzamiento frenético alguna de las bolas, que iban una detrás de otra espaciadas tan solo por un par de segundos, le diera al combo de Potas. 

Como en todos los contextos siempre había alguien que solo quería joder, uno que no tenía bolas y se dedicada a fastidiar el juego de los demas; ese solía pararse cerca a las Potas y tiraba una pequeña piedra, la cual en ocasiones lograba impactar las mismas. Ahí se formaba el tierrero y la discusión, pues mientras que el dueño afirmaba que le habían hecho trampa, la última persona que había lanzado ya estaba encima reclamando el botín, y alegando que su tiro había sido legítimo.

Me gusta la fuerza fonética de la palabra descunchar (Perder en el juego todo el dinero).  Es algo que deberíamos hacer más seguido, es decir, descuncharnos y entregarlo todo; a la vida, a eso que tanto nos gusta, a esa persona que nos enteda la cabeza y el corazón, a los amigos, a la familia, al mundo entero.

Si nos descuncharamos más en emociones y sentimientos, todo funcionaría mucho mejor.