jueves, 31 de julio de 2014

Factura, café y vino

Hoy me compré un café y después de que me dieron la factura,  la boté a la caneca. Las considero un atentado contra el medio ambiente, al ser un gasto  innecesario de papel.

En la barra habían otros tres facturas que otros clientes habían abandonado.  Yo insisto en que debería existir una opción, donde uno pueda escoger que le envíen la factura al correo electrónico.  Alguna vez se lo comenté a alguien, y la respuesta que obtuve fue "No se puede porque la DIAN exige que  bla bla bla bla".  Como siempre las personas se fijan primero en las restricciones, en vez de buscar una solución viable.

Ya que a las empresas y negocios les gusta tanto gastar papel, deberían entonces, por lo menos, mirar de que forma "rentabilizan" esas facturas, pues está  claro que la mayoría de las personas las consideran basura.

Volviendo al episodio de hoy, tomé de la barra una que perteneció a una tal Johanna; quién compró: 3 capuccinos, 1 chocolate y 1 agua con gas.

Queda claro que su grupo de amigos la cogió de marrana y la mandó por todo el pedido, o de pronto ella tenía un billete de cincuenta y se ofreció voluntariamente para que no le embolataran las vueltas.  

 ¿Cómo saberlo? es posible que sea una adicta al café, y   que algún día se haya dado cuenta que después de tomarse tres capuchinos, lo mejor es pasarlos con un chocolate, y para darle un toque de elegancia a todo el ritual, termina el mismo con unos sorbitos de una botella de agua con gas.  De pronto estuvo en Italia done tienen esa costumbre, o la vió en un programa en el Discovery channel; o está tomando clases de italiano y ese acto la hace sentirse más segura con el idioma, o  en últimas simplemente quiere sentirse europea.

Algún día voy a tomar agua después de tomar café a ver que es lo que se siente.  Yo la verdad para catar vainas soy como malo. Una vez, precisamente en una cata de vinos, el experto que estaba enseñándonos a como catar cada cepa y marca diferente nos dijo "Después de que introduzcan la comida a su boca, tomen un poco de vino, saboreenlo, macérenlo (nunca se me olvidará esta palabreja) y pásenlo; verán que les sabe distinto.

Yo repeti la instrucción unas tres veces y no sentí nada nuevo o inusual.  Le dije entonces al señor: "Yo la verdad no siento nada distinto" y me preguntó: "¿a usted le gusta el ají?" "Si" respondí timidamente.  "Es muy probable que debido a ese gusto se hayan afectado sus papilas gustativas, y por eso no siente nada".  La verdad me pareció como una respuesta para salir del paso, porque el resto de asistentes abrian los ojos con caras de asombro, como si hubieran experimentado el  Nirvana, después de macerar la comida en sus bocas con el vino.

Pero bueno, si en verdad mi sentido del gusto está fallando, tal vez no sentiré nada inusual cuando me tome unos sorbos de agua luego de haber probado un café.  Ahora bien, tendría, de pronto, que  ingerir esa sobredosis de  3 capuccinos + chocolate, a ver si en la misma es que se encuentra el secreto.