martes, 17 de junio de 2014

Aeropuerto

A mí me gusta mucho ir al aeropuerto. La razón tonta es que uno ve mucha vieja buena; la que realmente me atrae hacia este sitio, es que es un lugar con una energía contradictoria que a la larga resulta agradable.

Me agrada, no sabría decir particularmente el por qué, ver como mucha gente llega y se va. Las personas en ese lugar parecen tenerla completamente clara y caminan con una resolución avallasadora; tal vez eso es una de las razones por las que me gusta tanto el aeropuerto;  siempre está en movimiento

 "Si algo le gustaba a Julio de los aeropuertos era precisamente que 
nadie perteneciera a sus instalaciones, sino al lugar 
del que venían o al que se dirigían."
Juan José Millás
-Laura y Julio -
 
Opino que la energía es contradictoria, porque a pesar de las emociones de tristeza y felicidad que uno percibe en el lugar, de alguna forma uno se recarga de estas.  Es como si  quedaran suspendidas en el aire, y uno, que hace parte de ese movimiento general,  las roza, adquiriendo por breves segundos el sentir de un sincero abrazo, de un beso en la mejilla o uno más pasional en la boca, de un movimiento de manos que saludan a lo lejos, etc.

Ayer mientras esperaba la llegada de mis padres, me fije en como las personas se desmoronaban, en un buen sentido, emocionalmente, cuando ese ser querido atravesaba finalmente la salida arrastrando una pesada maleta y con alguna otra sobre los hombros.  

Ver las caras de emoción de las personas, como les brillan los ojos intentando expresar todo lo que sienten, sus risas, llanto de alegría, etc. es algo que me deleita. Creo que esos breves momentos, que a veces parecen y son atesorados por una eternidad, evidencian lo realmente humanos que podemos llegar a ser.

Ayer ví a dos mujeres monas que eran de Rusia, aseguro un primo mío.  la más alta tenía una cara muy bonita, con ese tipo de nariz respingada que tanto me gusta.

También vi como una  familia compuesta por una mujer de unos 20 años y sus papas, recibió a su hermana e hija respectivamente en medio de un llanto y una emoción indescriptible.  La madre y la hermana se abalanzaron estrepitosamente sobre la recien llegada, colmándola de besos y abrazos.  En medio del furor del esperado encuentro, la hermana que la estaba recibiendo terminó el abrazo y se retiró para buscar al papa, el cual vestido de sudadera, venía caminando tranquilamente con un paquete de galletas en la mano.  Mientras se echaba una a la boca, su hija lo recriminó y le dijo algo como "Pero que poco amoroso eres papá". El padre, que debió haber sentido algo de pena, se llevo instintivamente la mano a la boca para dispersar las migajas del bigote y se unió rápidamente al recibimiento de su hija.

Y así vi muchas otras  familias que dejaron que sus sentimientos hicieran erupción. Otros viajeros, en su mayoría backpackers,  pasaban de largo  dando a entender que no están para dar tales muestras de afecto y que tal vez lo único que desean es recostarse sobre una cama o irse de juerga.  

Al final salieron las azafatas y los pilotos con caras de cansancio.  En ese momento pensé si a ellos, en medio de su rutina, no les gustaría también  recibir un abrazo sincero de quien sea en alguno de los aeropuertos a los que frecuentemente viajan.  De pronto esas tripulaciones son marineros aereos y tienen sus respectivos amores en diferentes "puertos", pero quizás por algún código de conducta no permiten que estos vayan a recibirlos.

El aeropuerto, en definitiva, uno de mis lugares favoritos en cualquier ciudad.