lunes, 2 de junio de 2014

Funeral - Entierro

FUNERAL 

A mi no me gustan los funerales. Supongo que esto se debe a que me parecen toda una parafernalia innecesaria con relación al evento de morir; una que no hace más que hurgar en esa herida invisible que adquieren los familiares apenas muere un ser querido.

Por otro lado no tengo ni la menor idea de como se debe comportar uno en esos eventos, es decir,  ¿se debe adquirir un semblante triste y meditabundo, a pesar de que uno no se sienta realmente así?  ¿Es valido intentar hacer comentarios jocosos, con el fin de aliviar un poco la tensión en el ambiente? o  ¿es preferible quedarse callado y responder a los comentarios de otras personas con los brazos cruzados o las manos entre los bolsillos, cualquiera de estas posturas acompañadas con un  ligero asentamiento de cabeza?

Ayer cuando estaba en uno y me estaba planteando estás preguntas; mientras miraba a mi alrededor vi mucha vieja buena y me sentí mal,  ¿Está bien ponerse a mirar viejas en una funeraría, mientras otros andan sumidos en un duelo profundo?   igual ni modo, uno no pierde su condición de hombre y  muchas mujeres estaban vestidas como para un coctel, una fiesta de gala o rumba en un bar exclusivo de la ciudad.

Otra cosa que también me aterra es cuando en el lugar donde está el ataud comienzan a repetir la oración "Dale señor el descanso eterno y brille para el(lla) la luz perpetua" digna de película de terror.  Opino que si las personas quieren rezar, lo mejor sería que lo hicieran mentalmente y no hacer del acto una actividad en conjunto y voz alta.

Pensé entonces que cuando yo muera no quiero que me hagan un funeral y si inevitablemente necesitan hacerlo, me gustaría  que las personas fueran vestidas de blanco, con guayabera de ser posible.

ENTIERRO

Hoy fue la misa previa al entierro.  Todo comienza nuevamente con esas altas dósis de acto protocolario con la llegada del carro mortuorio, donde las personas se arremolinan junto al mismo y esperan a que abran el baul para sacar el ataud.  Yo se que es costumbre y todo, pero esa cargada del ataud, esos pasos hasta llevarlo hasta justo enfrente del púlpito del cura,  deben, imagino yo, afectarlo a uno psicológicamente por el resto de la vida; uno no debería involucrarse con esa actividad.

Me ubiqué justo enfrente del grupo de músicos compuesto por dos violines, un violoncello y un teclado; todos muy profesionales con un atril donde reposaban sus partituras.  Aunque no tengo ni idea de como leer notas me gusta mucho como se ven escritas.  Los dos violines los tocaban dos personas mayores, mientras que el violoncello un hombre joven.  Pensé que posiblemente él es el bajista de un grupo de Death Metal, y se gana la vida tocando decentemente su instrumento en misas católicas, pues de algo se debe vivir.

A lo largo de la misa, le puse atención al cura y la verdad es que utilizan un lenguaje poco claro que tiende hacia la metáfora, y más que eso hacía a la confusión. Estás son unas de las frases que utilizó y que la verdad no me parecen para nada claras:

"El hermano/a tal (haciéndo referencia a la persona que murio) libre ya de la muerte...no está muerto ha pasado de una vida natural a una sobrenatural."

"El miedo a la muerte no nos deja ser bondadosos y felices"

Y esta última ya cerrando la misa, la consideré como  la más incierta y enigmática de todas:

"Ya conocemos la meta, y vamos demarcando el camino con nuestro testimonio"

 ¿Cual era el mensaje o enseñanza que quería dar?  Prefiero mil veces que me expliquen las cosas con plastilina en vez de enmarcarlas en un halo de misterio.  En cuanto a la última  ¿la meta es la muerte, que resulta ser el único evento completamente seguro de nuestra existencia? si eso era lo que quería decir, lo siento pero me parece un sermón completamente chimbo, negativo y fuera de lugar.  Parece que los curas no tuvieran ni la más mínima idea del poder de las palabras, en fin...

Es muy complicado romper con siglos de tradición, pero la verdad no comparto todo ese bombo que le damos a la muerte, con el fin, imagino yo, de querer comprender ese incidente del cual no tenemos ni la más mínima idea, desde el momento en que nuestro corazón deja de latir. 

Parece que cuando eso ocurre, cuando en medio de nuestra magnificiencia no entendemos algo, hacemos cualquier cosa para cambiar tal situación y creamos todo tipo de rituales que a la larga nos dejan igual de perdidos y con una carga emocional innecesaria.