Ayer pensé durante todo el día en escribir algo acá, y esperaba destinar 30 minutos o un poco menos de tiempo para hacerlo en cualquier momento del día, pero las ocupaciones no me dejaron.
Finalmente, a las 10 de la noche me senté a escribir algo, sin ningún tema en mente.
Ahí estaba el cursor titilando y mi mente en blanco, hasta que creí dar con un tema al que podría arrancarle unas cuantas palabras. Entonces comencé a escribir y cuando iba en 172 me estanqué, no me salían más, el tema no daba para más, o de pronto sí, pero mi incapacidad para escribir estaba en su máximo nivel.
Me dio mal genio. Apagué el computador y pensé en ver un capítulo de alguna serie, pero mientras me decidía por alguna ya eran las 11 de la noche, y si me enganchaba con un capítulo fijo me trasnochaba, así que decidí no ver nada.
Más mal genio ante mi indecisión.
Cuando me iba a acostar acudí a la lectura: un último recurso para terminar bien el día, pero como estaba en una racha de indecisión también dude en hacerlo. La razón de esto fue “Visión del ahogado” la novela de juan José Millás que estoy Leyendo.
Suelo consumir las obras de ese escritor de manera fácil, pero esta me está costando, porque la prosa, a ratos, me parece enredada.
De todas maneras, le di una oportunidad y la historia comenzó a enderezarse y a tener sentido.
Leí casi por una hora y el mal genio se esfumo.
En La lectura, supongo, está la respuesta a todo.