martes, 26 de enero de 2021

Wait a minute man

En épocas de universidad había días en los que disfrutaba pasar tiempo solo. Había diferentes lugares a los que iba, pero el que más me gustaba era la cafetería de la facultad de música, donde vendían unas pizzas personales tremendas. 

 Ya en el lugar, buscaba una mesa y , de acuerdo con la hora, me compraba algo para comer o tomar. Mi plan casi siempre consistía en leer o simplemente me dedicaba a perfeccionar el arte de ver pasar gente.

Me gustaba ese lugar porque tenía un ambiente diferente al resto de cafeterías de la universidad y me embobaba ver a los alumnos cantar o solfear, con sus partituras sobre las piernas, mientras llevaban el tiempo con los pies o moviendo una mano de un lado a otro, al tiempo que chasqueaban los dedos y murmuraban una melodía.

Supongo que el músico frustrado que llevo dentro se sentía bien en ese lugar. Fue precisamente ese personaje el que me empujó a hablarle a Adriana. En ese entonces me intrigaba cómo sería eso de leer una partitura.

Un día ella y una amiga se sentaron cerca de la mesa en la que yo estaba. Me acerqué y les pregunté en qué semestre iban, Adriana me dijo que ella estaba en octavo. Luego le propuse que si me podía dictar unas clases de música, establecimos un precio por dos horas, un horario, martes a las 4 de la tarde, y listo.

Alcanzamos a vernos tres veces , porque las ocupaciones del semestre nos consumieron, pero en una de nuestras clases, le pregunté a cuál cantante admiraba, y no dudo ni un segundo en darme la respuesta: Alanis Morissette.

“¿Cuál canción de ella que más te gusta?, le pregunte. “Right Through You”, respondió, y sin  pedírselo la comenzó a cantar:

“Wait a minute man 
You mispronounced my name 
You didn’t wait for all the information 
Before you turned me away.” 

Le sonó muy bien, muy Alanis.