viernes, 22 de agosto de 2014

Ser torpe es bueno

Puede dar pena admitirlo, pero ser torpe es bueno.  Me refiero a ser un completo tarado en el sentido de no saber nada sobre un tema en particular, y aceptarlo tranquilamente,  pisoteando al maldito ego que siempre nos enreda el pensamiento.

Me imagino que muchos de ustedes ya conocen el taller del reto del masmelo.  Siempre suele aparecer un líder en uno del los grupos, el cual se autodenomina "Experto en Estructuras Elaboradas con pasta, pita y cinta".  Esos que hacen planos, y hasta calculan fuerzas, momentos, serchas, angulos, etc. 

Al terminar el ejercicio siempre le dicen a uno que las estructuras más altas las hacen los niños, pues ellos atacan el reto admitiendo que no saben nada, y arman varios prototipos hasta que dan con uno que se logra sostener por si solo y resulta, casi siempre, ser de gran altura.  A parte de ser los mejores solucionando el reto, se divierten y lo toman como un juego, por eso es que le ganan a profesionales con títulos  MBA's que suelen saberselas todas, esos típicos perfiles de: "Se le tiene y si no se le tiene se le confecciona".

Entonces se podría decir que ser torpe nos permite encarar los poblemas con humildad y sin mayores prejuicios. Por eso es que ser torpe es bueno, pues a menos prejuicios mayor creatividad.

Pensé en el tema no por lo que acabo de escribir, sino porque me acorde que mañana es sábado.  Podría decirse que el sábado y Domingo son días inhábiles, por aquello que los días entre semana se les considera días hábiles (siempre asocio este termino con hacer vueltas de banco). También se les  podría considerar como días torpes por aquello de la falta de habilidad.  

Para mí el sábado siempre será el mejor día de la semana, pues es uno donde la mayoría de personas no tienen que trabajar y uno puede dedicarse a pasarla bueno haciendo lo que más le guste o en su defecto hacer nada, que contradictoriamente es una de las mejores cosas por hacer.

El domingo es un cuento totalmente distinto.  Ete día es solo bueno hasta que llega esa hora entre las 5 y las 6 p.m, en la cual uno se acuerda que el fin de semana esta agonizando  y una angustia extraña se cuela por todo el cuerpo.  Recomiendo a dicha hora estar lejos de cualquier tipo de arma de fuego o cortopunzante y evitar a toda costa los balcones, usted sabe, estimado lector, que la mente a veces es sucia en su funcionamiento y en lo que de forma muy callada nos propone.

En resumidas cuentas el sábado es un día para nada torpe; es,  mas bien, el más hábil y brillante  de todos.