miércoles, 13 de agosto de 2014

Hoja Muerta

Lo primero que se me viene a la mente cuando escucho o leo la palabra hoja, es una clase de español en séptimo u octavo de bachillerato.  Recuerdo que la profesora nos estaba enseñando algo sobre Haikus.  Después de que terminó la explicación, todos tuvimos que escribir uno.

No tengo ni la más mínima idea cual fue el tema del mío, pero estoy seguro que todos mis compañeros de curso recuerdan el que inventó Marco Emilio.  Marco, también conocido como Don Chuma y/o Chumajer, era un tipo a quién en ese entonces (no se si todavia) le gustaba mucho jugar baloncesto.  Era de esas personas calladas, pero con humor fino, que de repente salen con comentarios brillantes cuando uno menos lo espera.  Entre todo el conjunto de cosas que podía ser; nunca hizo evidente un gusto por las letras. 

Después de que se acabó el tiempo del ejercicio, cada uno leyó el haiku que había creado.  Cuando  Marco terminó de leer el suyo, el salón quedó en completo silencio, pues fue casi una revelación.  Su haiku fue el siguiente:

"La hoja trabaja ligada al árbol,
mañana morirá libremente"

No tengo ni la más mínima idea si solo se le ocurrió un haiku tan brillante en dicha ocasión, si la escritura era una actividad que practicaba en secreto, o si alguna vez volvió a producir alguna frase similar; pero definitivamente fue una que nos rayó la cabeza a todos.

El punto es que ser una "hoja muerta", es un arte que todos debemos perfeccionar.  Que vaina qué otra vez esté hablando sobre la muerte, pero parece ser un tema que se atraviesa en todo.  Está claro que a pesar de qué no tenemos idea en qué consiste morir, nadie quiere experimentarlo; pero ser una "hoja muerta" no tiene nada que ver con el hecho de morir físicamente.

Cuando veo como una hoja cae de un árbol, no hay forma en que no recuerde el haiku de Marco; entonces me quedo ensimismado (asocio, no se por qué, esta palabra con "gran pendejo")mirándola, hasta que una ráfaga de viento se la lleva. 

Eso significa ser una hoja muerta. Soltar y dejarse ir al vaivén del viento.  No esperar dominar todas las variables que nos afectan.  En definitiva dejarse morir de un trabajo, de una relación, de un lugar, de cualquier cosa que no nos deja, valga la redundancia, "morir libremente".