lunes, 23 de julio de 2018

Quisiera uno

Ya quisiera uno siempre tener la razón  y no equivocarse. También quisiera uno tener todo eso que consideramos bueno y necesario, tanto lo emocional como lo material: amor, dinero, en grandes cantidades de ser posible, para vivir libre de apuros por las deudas; belleza, un amor de película, una salud inquebrantable y miles, que digo miles, millones de cosas, necesarias e innecesarias porque si, porque no y por si acaso; pues siempre queremos más de lo que sea y nos resulta difícil quedar saciados. 

Quisiera uno, que ese fuera el escenario de vida mientras nos deslizamos, por un tobogán del tiempo repleto de dichas y libre de contratiempos, hacia la vejez. 

Fantasea, que a la larga también es querer, uno, que todas las personas nos dieran la razón; que todo lo que pensamos fuera una verdad absoluta, como un axioma matemático impenetrable, que nuestra historia fuera limpia, con un inicio, nudo y desenlace redondito, en el que ningún personaje sobra y todos sus elementos: trama, ritmo, tono, etc. funcionan y se acoplan a las mil maravillas, como las piezas de un reloj que nunca se equivoca al dar la hora. 

De ser así, entonces quisiera uno que nadie pensara diferente, que nuestras conexiones neuronales, forma de ser, anhelos, caprichos, neurosis, fueran las mismas; siete mil millones de replicas nuestras esparcidas por el mundo. 

Quisiera uno, entonces, una vida libre de conflicto, una especie de paraíso terrenal donde todo marcha a la perfección, pues se tiene todo y nada hace falta. 

Quisiera uno eso y mucho más, pero sabe uno que la realidad es otra, que a nuestras vidas muchas veces las rige una mezcla de incertidumbre y caos, y que en menos de un segundo, todo se puede poner patas arriba. 

Quisiera uno deshacerse del conflicto, pero sabe uno que sin conflicto no hay historia.