jueves, 21 de enero de 2021

Ese día

Ayer, con ese engaño de: “solo un capítulo más”, me acosté tarde leyendo o, mejor dicho, me acosté hoy. Configuré tres alarmas en mi celular, para dormir alrededor de 6 horas, y antes de cerrar los ojos y hundir mi cabeza en la almohada, repetí mentalmente varias veces: “tengo que levantarme temprano”. 

A veces ese tipo de programación me funciona. Hoy fue uno de esos días y me desperté 20 minutos antes de que sonara la primera alarma que había configurado. No cerré los ojos ni intenté hacer pereza, para no volverme a dormir, y me quedé mirando el techo. Me gusta hacer eso porque repaso temas que me inquietan, me acuerdo de chistes bobos, de algo que leí o vi en la televisión y, a veces, con algo de suerte, logro organizar lo que voy a hacer en el día. 

En medio de ese estado contemplativo, llegó una frase a mi cabeza: “Ese día me desperté”. Tenía que ver, claro, con haberme despertado de repente, pero la frase no me pertenecía a mí, sino a un personaje. 

Me levanté, me duché, preparé un café, y mientras iba de un lado a otro del apartamento, le daba vueltas a esa frase. “Debe ser el inicio de un texto”, pensé. 

Cuando volví al cuarto, prendí el computador y escribí unas mil palabras sin tener idea sobre quién escribía. Me gustó la voz del narrador, que resultó desafiante, altiva. El texto empezó así: 

Ese día me desperté antes de que sonara la alarma del celular. Cómo me intriga eso; parece que el cuerpo quisiera avisarle a uno que algo importante va a pasar, un llamado que invita a tener los sentidos alerta todo el día. 

Decir “Ese día” es fuerte, pienso, pues incluye la promesa de que algo va a pasar, pero no tengo idea qué, por eso puse a rodar, digamos, el relato y comencé a escribir.

Escribir, como dice Rosa Montero, debe ser un ejercicio de libertad, y tiene que ver con dejar circular el inconsciente, por eso la escritora española afirma que las novelas nacen del mismo lugar que los sueños. 

No digo que lo que escribí sea el inicio de una novela. Por el momento es un puñado de palabras, pero me inquieta eso de la promesa, pues no puedo salir con un chorro de babas y decir que, por ejemplo, todo era un sueño, o utilizar algún recurso narrativo bien zonzo. 

Puede que esas palabras se queden ahí, como un simple inicio de algo, al igual que muchos otros documentos que tengo guardados en el computador. Ya veremos, no prometo nada.